Iñaki Zaragüeta
La obsesión de Mas
Ni el bienestar de los ciudadanos, ni la superación de la crisis, ni el desarrollo. La consulta y la secesión son lo único que importa para el Gobierno catalán. Para lograrlas, lo que haga falta, incluido el asalto al bolsillo de los contribuyentes. ¿Se necesita más dinero para afrontar el gasto público? Artur Mas lo tiene claro: más impuestos, que lo paguen los administrados.
Así lo demostró ayer con la decisión de aumentar del 8 al 10 por ciento el Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales Onerosas de Bienes Inmuebles, la principal tasa que grava la compra de una vivienda de segunda mano. Además, como dicen en mi pueblo, por lo «criminal», con urgencia para ponerla en práctica desde el uno de agosto.
Por el contrario, continúa intocable todo capítulo relativo a su diferenciación de España: las conocidas como embajadas, creación de la diplomacia propia «Diplocat», castigo al castellano y a quienes lo defiendan, sean padres, comerciantes o empresarios. No importa que el camino elegido no lleve a ninguna parte o conduzca al fracaso.
Eso sí, siempre con la mirada puesta en España cuando se trata de solucionar problemas o acompasar el déficit, desajustado en buena parte por la política separatista, por la subordinación a Esquerra Republicana de Cataluña (ERC). Artur Mas no quiere darse cuenta de aquel pensamiento «podemos detenernos cuando subimos, pero nunca cuando descendemos». Es la impresión que existe. Cataluña no es lo que era desde la instauración de aquel tripartito que dinamitó la dinámica de modernidad, de avanzada cultural, de pujanza económica. Lo curioso es que ese gran pueblo, históricamente a la vanguardia social, no reaccione y se crea eso del expolio y la opresión. Así es la vida.
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