Julián Redondo

La patada

La pelota toca en la red y cae a un lado u otro de la pista. Caprichos del destino. Es el punto decisivo, el «match point», el ser o no ser del tenista que gana o del que pierde, el comienzo de una historia triunfal o el principio de una carrera truncada. A Mourinho, que mantiene con el estamento arbitral una imposible relación de amor-odio –Webb y Paradas Romero sirven de ejemplo–, el 4 de mayo de 2004 la bola le hizo un guiño trascendental. Entrenaba al Oporto, ganó al Deportivo de Irureta la semifinal de la Liga de Campeones y terminó adjudicándosela ante el Mónaco. El partido de Do Dragao y el de Riazor propiciaron un mamotreto de hipóteseis. ¿Y si Markus Merk no hubiese expulsado a Andrade? El central deportivista dio una patadita en el culo a su amigo Deco por exagerar una falta y el árbitro le privó de los últimos cuatro minutos y del encuentro de vuelta, en el que Naybet también vio la roja. La bola entró y el 0-1, de penalti transformado por Derlei, fue suficiente. Con la vitola de campeón continental firmó por el Chelsea. Otra hipótesis: ¿hubiese sido su destino de caer eliminado?

La declaración de Deco después del incidente: «Jorge (Andrade) jamás me golpearía». A Mourinho le cambió la vida. Luego ganó la «Segunda» con el Inter, consecuencia de la «Primera», y por una y por otra aspira a la «Tercera» con el Madrid. Pero esto no depende de él sino del Dortmund y sus circunstancias, a saber: tres tantos de ventaja, dos victorias y un empate en tres partidos y ocho goles que le ha metido.

Si Klopp se sale con la suya, a Mourinho ni siquiera le darán una patada como la de Andrade a Deco. La salida está pactada, aunque gane la «Décima».