Elecciones generales
La pinza
Esta singular campaña electoral que acaba por fin hoy se conocerá como la campaña de la pinza. Según los socialistas, que son los que han descubierto la gran conspiración montada contra ellos en forma de pinza para dejarles sin espacio, el taimado Rajoy y el astuto Iglesias se han puesto de acuerdo para dejar al PSOE fuera de juego, sometido, aislado y solo. El candidato Sánchez no para de repetir que la pinza de Podemos y PP impidió, con sus votos en contra, su soñada llegada a La Moncloa. Ésa es, para él, la prueba del algodón. Y el concierto antisocialista de las dos fuerzas opuestas se ha mantenido, por lo visto, hasta el último día de campaña. Es verdad que nadie ha podido aportar la menor prueba de un encuentro secreto en el que se tramara semejante cosa, que entra en el terreno de la antipolítica. Pero es igual. Para Margarita Robles, la pinza es evidente. Según Rajoy, es un chiste.
Como antecedente, se acude a la cena de Aznar y Anguita en los años 90 en casa de Pedro J. Ramírez, que dio lugar a la leyenda de la pinza, que ha llegado hasta nuestros días. «La pinza que nunca existió», según revela el «califa» comunista en sus memorias. Dice que fue un montaje, pero ahí ha quedado como prueba de la conspiración contra el presidente González. Otra pinza famosa y, en este caso, cierta, es la de Suárez con Carrillo, que sirvió, entre otras cosas, para que aquellos jóvenes socialistas que llegaban con chaqueta de guarda forestal, entraran en razón y aceptaran, por ejemplo, la Monarquía y la economía de mercado en la Constitución. También hubo un intento de pinza para acabar con Suárez entre Fraga y González. El dirigente socialista llegó a proclamar en el Congreso de los Diputados el gran elogio de que a Fraga le cabía el Estado en la cabeza. Y, en fin, en los preparativos del 23-F hubo pinzas ignominiosas, que permanecen escondidas en el cajón. Entre Rajoy e Iglesias no hay ninguna pinza. Es una metáfora mal traída. En realidad, una pinza no es más que un instrumento que sirve para sujetar, agarrar o comprimir cosas normalmente pequeñas, compuesto por dos partes opuestas unidas por un muelle. Sirve, por ejemplo, para tender la ropa, para recoger el pelo o para sujetar papeles. También para taparse la nariz cuando huele mal, como en este caso.
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