José María Marco

La résistance

La Razón
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Hollywood, en particular su conocida y veterana representante Meryl Streep, ha vuelto a atacar a Donald Trump con el pretexto de dar lecciones de moral y buena política a la Humanidad. Hay quien se escandaliza por el tono y el contenido de la función. La verdad es que somos muchos los que nos sentiríamos defraudados si no lo hicieran. La farándula obamita –en nuestro país la zapateril o la podemita, que todo viene a ser lo mismo– se ha erigido en principal foco de resistencia contra la ola trumpista. «Résistance», en francés, sería mejor, porque otra de las trincheras irreductibles, además de la universidad, está en las revistas de moda, particularmente en el «Vogue» norteamericano, ese gran ejemplo de austeridad revolucionaria que se desmelena cada día para dejar bien claro que ellos y ellas seguirán luchando y sacrificándose por los derechos y las libertades de los y las ciudadanas.

No se sabe muy bien si esta histeria tiene algo que ver con la actitud que el propio Obama ha adoptado en estas últimas semanas de su mandato. A pesar de la lluvia de halagos, el Nobel y la teorización de la empatía, Obama siempre ha sido un presidente profundamente ideologizado, negado a cualquier diálogo, desdeñoso de posiciones que no fueran las que él reconocía como únicas válidas y, en consecuencia, profundamente divisivo. Estaba investido de un carisma mesiánico y podía haber sido un gran presidente unificador, que hubiera contribuido a cerrar heridas y abrir nuevos caminos. Ha sido al revés. Acertó quien dijo antes de las elecciones que las ganaría quien más lejos de Obama estuviera. Trump es la consecuencia de estos ocho años de sectarismo.

Por eso Obama, gran especialista de la sobreactuación, está portándose como una estrella venida a menos, la Gloria Swanson del «Crepúsculo de los dioses». Le resulta insoportable el espejo que la realidad le tiende, también a todo ese Hollywood tan decadente o, diríamos aquí, tan degenerado como en los años finales del cine mudo. Trump le muestra su propia obra. Obama quiso abrir en canal la sociedad norteamericana para instaurar un mundo de identidades autorreferenciales y ególatras, siempre pendiente de ellas mismas, siempre centradas en su propio monólogo. Es lo que la farándula nos sirve una y otra vez, antes en tono triunfal, ahora como las víctimas de un tiempo que se ríe de ellas.