Carlos Rodríguez Braun
La señorita Prim
Gracias a Begoña Gómez de la Fuente, amiga y compañera de «Herrera en la Onda» en Onda Cero, he podido disfrutar leyendo «El despertar de la señorita Prim» (Planeta), la primera novela de Natalia Sanmartin Fenollera, periodista responsable de la sección de Opinión en «Cinco Días». La obra reivindica un mundo ideal, identificable con el pasado, un mundo apacible y seguro, como el que encuentra Kotick, la foca blanca de Kipling. En el pueblo de San Ireneo se aprecian virtudes que algunos consideran perdidas, como la cortesía y la amistad. A pesar de este aire conservador gustará a los progresistas, porque es fácil ver en este libro una crítica a la mercantilización y monetarización, a la frustración del trabajo, al materialismo; y un elogio a la autogestión y la división del trabajo a una escala muy reducida: de hecho, el pueblo no parece tener relación con el exterior, ni necesidad alguna de tenerla, sino más bien al contrario. Sin embargo, y aparte del obvio contraste entre el aislamiento del mundanal ruido y el progreso económico y el bienestar, hay otros aspectos de esta bonita novela que chirrían higiénicamente con los dogmas del progresismo, desde la opresión de las comunidades pequeñas (las vecinas abiertamente quieren organizarle a Prudencia Prim su boda), hasta el aroma religioso que desprenden muchas de sus páginas, pasando por la máxima incorrección política: los niños están magníficamente educados, pero no en la escuela sino... ¡en sus casas!
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