Manuel Coma

La Siria de Putin

Rusia forma parte del terceto internacional del que depende la supervivencia del Gobierno de Asad, junto con Irán y Hizbulá, la organización político-terrorista chií libanesa. La resistencia del régimen es vital para los ayatolás iraníes y extremadamente importante para sus protegidos libaneses. Comparado con ellos, no es mucho lo que Rusia se juega apostando tan fuertemente por Damasco. Los ciudadanos rusos se interesan poco por el tema, aunque comparten con su presidente un disgusto por lo que perciben como prepotencia americana en Oriente Medio. Para Putin la cosa tiene más envergadura. Por un lado, la Siria de los Asad ha sido un protegido y un cliente de Rusia, la soviética de entonces. Desde los años 70 la venta de armamento no pasa de ser un negocio modesto, pero apreciable. Muy por detrás del gas y el petróleo, es la principal exportación rusa. En las presentes circunstancias hay que suponer que quien paga es Teherán, o que Putin se resigna a regalar, a cambio de los beneficios políticos. Posiblemente sea más valioso para sus cálculos estratégicos que Damasco le haya concedido una base logística a la flota meridional rusa en el puerto de Tartus. No es una base naval en toda regla, pero facilita mucho la presencia de buques soviéticos en el Mediterráneo, intensificada estos últimos días en relación con la crisis Siria, sin ningún propósito agresivo o disuasorio, sólo para mostrar la bandera y reafirmar su derecho a deambular por la zona y distraer un poco a sus colegas americanos. Pero por encima de todo, Siria es la única baza con la que Moscú cuenta en una de las regiones claves del mundo. Más allá de esas motivaciones más o menos tangibles, existe siempre el deseo de pararles los pies a los americanos, contrarrestar su influencia, poner piedras en su camino internacional, arrancarles concesiones en otros campos, por ejemplo en las defensas antimisiles en Europa; pues Putin considera amenazador que Europa pueda llegar a adquirir cualquier forma de invulnerabilidad. Por encima de todo, trata de impedir que su política interna sea criticada desde el Oeste por antidemocrática, no digamos por violación de los derechos humanos. No hay romance en las relaciones con EE UU y el «reinicio» propuesto por la anterior secretaria de Estado es uno más de los fracasos de la política exterior de Obama, pero Putin no se ha atrevido, hasta ahora, a cumplir la promesa de proporcionarle a Teherán sus mejores sistema antiaéreos, que elevarían drásticamente el coste de cualquier intento de atacar las instalaciones iraníes de enriquecimiento de uranio. Por supuesto, tampoco lo ha hecho con los sirios.