Joaquín Marco
¿La tercera recesión?
Aunque nos llegue con otros disfraces la situación económica constituye la esencia de la vida colectiva y, en otra medida, de la personal. La política está dirigida, como se ha desvelado desde hace siglos, por los económicamente poderosos. Y, puesto que no vivimos en una aldea aislada, sino que formamos parte de un mundo interconectado, no podemos estar ajenos a sus avatares. Mientras el ministro Montoro defiende unos presupuestos generales para el año próximo que han de ser los de la recuperación, se escuchan inquietantes rumores de que la desunida Unión Europea se encamina hacia una tercera recesión en el seno de una crisis, cuyo fin es impreciso. Y el fenómeno podría ser, incluso, más global. Nuestros presupuestos, que serán aprobados por la mayoría absoluta del Partido Popular, no toman en consideración la crisis en la que se ven envueltos los dos países claves de esta Europa desunida: Francia y Alemania. Desde otras perspectivas, Gran Bretaña y EEUU contemplan el escenario con crítica preocupación. Los ingleses, con sus libras esterlinas, han optado por un cierto alejamiento de las ortodoxias continentales, aunque mantengan el ideario de los recortes y de la contención del gasto. EE UU ha optado por otra vía distinta y, pese al descrédito de Obama, su situación económica presenta ligeras mejoras, aunque queda todavía lejos de lo que debería ser una expansión que, por contagio, alcanzara al resto del planeta. Alemania, que sigue siendo considerada como locomotora de Europa, se ha encerrado en sí misma, pese a que abundan ya las críticas sobre su propia situación. El empeño de la sra. Merkel por evitar cualquier mínimo gasto público, ni tan sólo en sus infraestructuras que parecen estar necesitadas de ello, rebaja el índice de crecimiento para este año hasta el 1,3% y el 1,2% en 2015. Marcel Fratzscher, presidente del Instituto de Investigación Económica (DIW), en sus frecuentes conferencias, describe ante el público la situación de un país en el que el crecimiento es menor que en la mayor parte de la eurozona, en el que dos de cada tres trabajadores gana menos que en el año 2000 y su productividad crece sólo ligeramente. Buena parte de los asistentes, al ser preguntados de qué país se trata, señalan a los países del Sur. Pero el conferenciante les saca de su error. Está aludiendo a Alemania, la cuarta potencia económica del mundo.
En Francia, Hollande se ha visto obligado a admitir un severo plan de recortes para aligerar la deuda. Los ministros de Economía de Alemania y de Francia, Wolfgang Schäuble y Michel Sapin, andan estos días en conversaciones más o menos secretas para conjurar el problema francés. Endurecer aún más la política económica propuesta por Manuel Valls llevaría al país a una recesión todavía más profunda. De no hacerlo, Francia podría ser sancionada por no reducir el déficit y ello enturbiaría las relaciones francoalemanas. Se estudia, por consiguiente, una tercera vía, aplaudida por nuestro ministro Luis de Guindos (porque a nosotros nos conviene), en la que se trataría de relajar las políticas que habrían de conducir a la reducción del déficit hasta el 3% en 2015, porque existen factores comunes que aconsejan suavizar medidas drásticas. La producción industrial europea se contrajo hasta el 1,8% y en ello pesa el factor alemán que descendió a un 2,8%. Las reuniones celebradas en Washington entre el FMI y el Banco Mundial demostraron la soledad de la posición alemana. Mario Draghi, presidente del BCE, a la vista de una situación que se torna crítica, ha iniciado una nueva y lenta adquisición de bonos garantizados que debería inyectar fluidez monetaria al sistema. El déficit de inversiones alemanas entre 1999 y 2012 se acerca al 3% del PIB y aunque se mantenga la tradición exportadora, la situación de los mercados tradicionales no es favorable. Los conflictos mundiales e incluso la aparición del ébola en el continente provocan recelos en los inversores. Por si fuera poco, subsisten las dudas sobre la solvencia de los bancos de los Länder. Los resultados de las pruebas de solvencia se conocerán este domingo. Francia y Alemania, sin embargo, acordaron presentar el día 1 de diciembre un paquete de medidas para incrementar las inversiones en ambos países.
No es que Alemania haya renunciado a la contención del gasto. Éste es un principio irrenunciable de los dirigentes democristianos, a los que en el gobierno de concentración, los socialdemócratas añaden, cuando pueden, algún rasgo propio. Pero se ha creado en el empresariado alemán la conciencia de que es preferible reservar el dinero. Se calcula que las empresas atesoran 500.000 millones de euros y cuando invierten tienden a hacerlo en el extranjero. Esta desconfianza transmite recelos al resto de los países. Pese a todo el PIB alemán ha crecido cerca del 8% desde 2009 y el paro ha descendido hasta el 6,9%. Cabe no olvidar tampoco que el país absorbió en 1990 la zona oriental, la antigua República Democrática, lo que conllevó cuantiosos problemas económicos. Pero en estos momentos muchos economistas consideran que el país está viviendo de sus reservas. Nunca abandonó los terrores a una inflación disparada como se vivió en el período de entreguerras. Pero no sólo el problema de Alemania es el único motivo por el que se teme la llegada de una tercera recesión. No se entiende como un factor positivo el descenso del precio del petróleo, aunque los costes energéticos aumentan. Significativamente ha descendido el consumo chino. Algunos países en vías de desarrollo han disminuido también sus índices de crecimiento y la probable pérdida de la mayoría en el Senado estadounidense permite suponer que las decisiones de Obama se ralenticen. Nuestros presupuestos, en consecuencia, son permeables a estas situaciones. Aunque el ministro saque pecho al considerar buenos los datos macroeconómicos al filo de elecciones, España no podría navegar sola en una nueva recesión. En el bloque de la UE, donde Alemania pesa tanto, ésta ya ha manifestado que cada país deberá resolverse los problemas por su cuenta. Una vez más la desunión es la característica de esta mal llamada Unión Europea.
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