César Lumbreras

La triste realidad

La Razón
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Lo escribí ya hace tiempo en esta misma columna: la independencia de Cataluña pondría en cuestión no sólo la unidad de España, sino también la existencia de la propia Unión Europea. En ambos casos se trata de palabras mayores. La UE actual está formada por 28 Estados miembros. En una buena parte de ellos hay tensiones, de mayor o menor envergadura, con algunas de las regiones que forman parte de los mismos. Baste citar el caso del Reino Unido con Escocia, en Italia con algunas provincias del norte o en Francia con Córcega, aunque cada uno es diferente. La secesión de Cataluña, su hipotético reconocimiento por los Estados miembros y su posterior integración en el club comunitario daría alas a los nacionalistas, abriéndose un proceso que terminaría con la UE de los Estados tal y como la conocemos hoy, que pasaría a ser una unión formada en parte por las regiones actuales. En resumen, de los 28 miembros actuales se podría pasar a más de cien, o sea una ONU imposible de gobernar y de gestionar. He ahí otro motivo de peso para afirmar que una Cataluña independiente no sería admitida, ni por otras capitales ni por las instituciones comunitarias, ya que se trata de una decisión que se debería adoptar por unanimidad. Las consecuencias de ser un país tercero desde el punto de vista económico, en general, y financiero y comercial, en particular, son fáciles de pronosticar. Sin embargo, todo el ruido que están montando los independentistas, apelando a los sentimientos, hace que los razonamientos lógicos pasen muy desapercibidos, pero eso no significa que no existan. Además, los grupos partidarios de irse han conseguido un gran éxito: ponerse de acuerdo en ir juntos, aunque luego terminen a palos entre ellos. Lamentablemente los partidarios de quedarse no han logrado ni ese acuerdo de mínimos para defender la permanencia de Cataluña en España. Es la triste realidad.