Alfonso Merlos

La verdad y la paliza

En su mejor versión. Futbolísticamente se diría que el presidente del Gobierno ha salido a resolver. Que se ha defendido atacando, no dejándole espacios a su adversario, jugando sus opciones con cabeza, sin margen para la especulación, creando dudas a su oponente, y con afán de sentenciar, de resolver la delicadísima papeleta en un terreno embarrado y con las líneas mal pintadas. Y la pregunta es: ¿por qué? ¿cómo pudo responder con tanta solvencia, seguridad y fiabilidad?

La razón no puede ser más demoledora. Ha tenido de su lado la versión de los hechos que se ajusta a la verdad. Y eso ha terminado por desarbolar a Rubalcaba, por situar al presunto patrón de los socialistas en un estado de nervios, de indecisión, de vacilaciones poco frecuentes en quien tiene en su repertorio incluidas todas las artimañas parlamentarias imaginadas. Pero no le han servido en la hora decisiva, y eso significa que los intentos por derribar al Gobierno, desde la debilucha base del caso Bárcenas, fracasarán irremediablemente en el futuro.

Rajoy ha dado satisfacción a casi todas las cuestiones que estaban sobre el tapete. Y por tanto casi todas las insidias, calumnias y, sobre todo, la práctica totalidad de los procesos de intenciones que se habían propalado contra el pontevedrés se han derretido como un helado bajo el sol.

El control del poder en democracia es admirable, apasionante, imprescindible. Pero el PP no puede entretenerse respondiendo a todos los perros que le asalten con sus ladridos desde la orilla del camino. Porque se distraería en el camino largo, duro y difícil que queda por delante. Y los españoles no se lo perdonaríamos.