Política

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La violencia política en la España contemporánea

La violencia política en la España contemporánea
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La España contemporánea ha sufrido la violencia política con enorme intensidad y desastrosas consecuencias en todos los ámbitos de la sociedad. Han sido más de dos siglos en los que se vivieron las guerras carlistas, con especial relevancia la primera (1833-1840), la invasión napoleónica y la Guerra de la Independencia, los pronunciamientos liberales contra Fernando VII y su represión, la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis, la guerra civil en los virreinatos americanos que dio lugar a la independencia de aquellos territorios, los pronunciamientos en el periodo isabelino, las guerras en Cuba hasta llegar a la guerra hispano-estadounidense y la imposición de la independencia de Cuba, Filipinas y Puerto Rico, las guerras en Marruecos, el oscuro asesinato del general Prim, la irrupción del terrorismo anarquista y el asesinato de políticos muy importantes durante la Restauración como fueron Cánovas del Castillo, Canalejas y Dato; los atentados contra Alfonso XIII; el pistolerismo en Barcelona y la represión gubernamental; la violencia permanente durante la idealizada Segunda República; el fracasado golpe de Estado del 18 de julio de 1936 que dio lugar a una brutal y terrible Guerra Civil (1936-1939); una vez concluida se produjo la represión dura e implacable, enmascarada tras los juicios militares y la depuración de los desafectos al nuevo régimen. La dictadura franquista tuvo que hacer frente a los intentos desestabilizadores de la fracasada invasión de los maquis en 1944, la «operación Reconquista de España». El buró político del PCE recomendó en un informe del 1 de enero de 1950 el abandono de la lucha armada de los maquis y su sustitución por la organización de bases de infiltración. Con el franquismo aparece el terrorismo de ETA, una organización criminal que todavía no se ha disuelto, aunque ha cesado la lucha armada. Desde su nacimiento ha provocado casi mil muertos y miles de heridos. El horrible atentado del 11 de marzo de 2014 mostró que España estaba y está en el punto de mira del terrorismo islámico.

El asesinato del general Prim, presidente del Consejo de Ministros y hombre fuerte con Serrano de la Revolución de 1868, fue un crimen político y hoy sería un acto de carácter terrorista. España se incorpora desgraciadamente en esta materia de la mano del anarquismo. La sociedad secreta anarquista y revolucionaria La Mano Negra fue desarticulada por la Policía en 1883 en Andalucía y especialmente en Jerez de la Frontera. Este grupo estaba compuesto por campesinos que querían vivir en un régimen de colectividad. El proceso coincidió con una fuerte huelga campesina en la primavera de 1883 y la represión fue muy dura. En un primer momento se detuvieron a alrededor de 300, hasta llegar a los 3.000. Es un tema ciertamente polémico porque se pudo exagerar la importancia de este grupo organizado al calor de la sequía del verano de 1881 y las malas cosechas que provocaron un tenso clima social en Andalucía. En cualquier caso, en el contexto del caciquismo, los problemas agrarios, la conflictividad laboral en las zonas industriales y el falseamiento electoral del sistema de la Restauración, la violencia política cobró gran importancia.

Las ideas anarquistas se comenzaron a propagar en España de la mano de Giuseppe Fanelli, amigo de Bakunin. La Federación Regional Española de la Asociación Internacional de Trabajadores se creó en 1870. Los postulados eran revolucionarios y se pasó pronto de una concepción pacífica a la existencia de pequeños grupos clandestinos con posiciones insurreccionales. Durante la década de 1890 se producirán atentados, sobre todo en Barcelona, donde tendrá gran impacto social las bombas lanzadas en el teatro del Liceo, que provocaron una veintena de muertos. La reacción fue la promulgación de la ley de Represión del Terrorismo. Una bomba contra la Procesión del Corpus provocó seis muertos. Esto provocó una dura represión que concluyó en el conocido como el «Proceso de Montjuic» en 1896, que decretó cinco penas de muerte y 67 de prisión a los acusados del atentado contra la procesión del Corpus. El presidente del Gobierno, Antonio Cánovas de Castillo, fue asesinado el 8 de agosto de 1897 en el balneario de Santa Águeda, en Guipúzcoa, por el anarquista italiano Miguel Angiolillo en venganza por los procesos de Montjuic. La represión política consiguió que el movimiento anarquista quedara muy debilitado.

El presidente del Gobierno, Antonio Maura sufrió una leve herida tras ser apuñalado por el anarquista barcelonés Joaquín Miquel Artar durante su estancia en la Ciudad Condal en 1904 acompañando a Alfonso XIII. El propio soberano fue blanco de varios atentados. El más importante fue el 31 de mayo de 1906 con motivo de su casamiento con la princesa británica Victoria Eugenia de Batenberg. Al paso del cortejo por la calle Mayor de Madrid, el anarquista Mateo Morral lanzó una bomba que provocó 23 muertos, aunque los Reyes resultaron ilesos. Morral fue detenido el 2 de junio por un guarda jurado al que asesino y luego se suicidó.

Una Cataluña caliente

Francesc Cambó, el líder de Solidaritat Catalana, sufrió un grave atentado el 19 de abril de 1907 al regresar de un mitin durante la campaña electoral. El anarquista Manuel Pardinas asesinó al presidente del Gobierno José Canalejas el 12 de noviembre de 1912 y luego se suicidó. La situación en Cataluña era especialmente grave, con un clima de violencia insostenible con asesinatos de dirigentes obreros y empresarios. El 10 de noviembre de 1919 se constituyó en Barcelona el amarillista sindicato libre apoyado por la patronal para acabar con la fuerza de la CNT utilizando el pistolerismo. El presidente del Gobierno Eduardo Dato nombró gobernador de Barcelona al general Martínez Anido, que utilizó a los pistoleros de los sindicatos libres para reprimir al movimiento obrero provocando una dura guerra social. La conflictividad provocó interpelaciones parlamentarias y, finalmente, el asesinato de Dato el 8 de marzo de 1921 en la plaza de la Independencia de Madrid por anarquistas catalanes en respuesta a la política represiva que aplicaba Martínez Anido. El Gobierno lo destituiría finalmente el 24 de octubre de 1922 al considerar que se había extralimitado en sus funciones. El secretario general de la CNT Salvador Seguí fue asesinado el 10 de marzo de 1923 por pistoleros a sueldo del Sindicato Libre. Poco después, los anarquistas mataban al cardenal Juan Soldevilla, arzobispo de Zaragoza, el 4 de junio. Con la dictadura de Primo de Rivera se declaró ilegal a la CNT en mayo de 1924. El 7 de noviembre los anarquistas intentaron asaltar el cuartel de Atarazanas y dos días después, tras un juicio sumarísimo, fueron ejecutados los anarquistas Llácer y Montejo, acusados de matar a un guardia de seguridad y de haber herido a otro.

Con la llegada de la Segunda República la violencia política se mantuvo con gran intensidad. La represión quedó amparada por la Ley de Defensa de la República, aprobada por las Cortes el 21 de noviembre de 1931, que permitía suspender prácticamente todas las garantías y concedía amplias atribuciones al Gobierno. A los pocos meses de proclamada la República se produjo la quema de conventos. El 9 de enero de 1933 fracasó un levantamiento anarquista en las principales ciudades, pero tuvo gran intensidad en Andalucía y provocó una gran violencia en Casas Viejas (Cádiz), donde las fuerzas gubernamentales lo reprimieron provocando la muerte de más de 25 personas. Fue un duro golpe al prestigio de Azaña. El 8 de diciembre de 1933 hubo un alzamiento anarquista en Barbastro que se extendió al resto de España obligando a que el presidente de la República declarara el estado de alarma. La revuelta fue sofocada ya con 75 muertos entre los revolucionarios y 14 entre los revolucionarios. Al año siguiente se produjo la Revolución de Octubre. La violencia callejera fue habitual en Madrid y la mayor intensidad se produjo en 1936. El teniente de la Guardia de Asalto José Castillo fue asesinado el 12 de julio por pistoleros falangistas o de la UME y al día recibió un disparo en la nuca el dirigente de la oposición y ex ministro José Calvo Sotelo. Era el fin de la Segunda República.