Julián Redondo

Las bombas de Eufemiano

Hay subasta. Eufemiano Fuentes dispone de una extensa relación de antiguos clientes, a los que dicen que ha añadido otros que jamás lo han sido, y espera una buena oferta para hacerla pública. El precio de salida, 60.000 euros, al menos ása es la cifra que algún medio le ha hecho llegar y él ha rechazado. Por ahora, que el dinero es muy goloso; tanto, que algunos lo ocultan en Suiza y el doctor, según parece, conoce el escondite porque le acusan de delito fiscal. Lo cual, por otra parte, puede salirle caro, más que eso de las transfusiones, que a tenor de la sentencia de la «operación Puerto» cualquiera diría que es un asunto menor. También podría suceder que la AMA le reclamara la «lista» que ofreció a la jueza Santamaría y le chafara el negocio mediático.

«La lista de Fuentes» no es fiable, asegura quien ha tenido ocasión de cotejarla. De hacerla pública, se arriesga el doctor a que le acribillen a querellas. Lo sabe. En la relación de beneficiarios de sus métodos de entrenamiento, de sus recetas, de sus transfusiones y de sus pócimas, hay deportistas que sí pasaron por sus manos y otros de renombre internacional que lo más cerca que estuvieron de ellas fue cuando salía su fotografía en los periódicos. Desde el estallido de la «operación Puerto» en mayo de 2006, mantuvo siempre la serenidad y planeó un contraataque indiscriminado. Así como hay tipejos sin escrúpulos que se apropian de las ideas de los demás para adquirir relevancia, Eufemiano habría insertado en esa imitación de los «papeles de Bárcenas» nombres de ciclistas, tenistas y futbolistas archiconocidos para elevar el precio del producto.

El doctor Fuentes, que fue de puertos a galgos como el que va de higos a brevas, está jugando con fuego. La Ley Antidopaje se aprobará el 9 de junio y no va a ser necesario recurrir a ella para aumentarle la condena de un año.

Aunque algunas de las trampas que se practican en el deporte español tengan todavía el remite de alguna federación, el escenario está cambiando y las penas se endurecen. José Belda, ciclista amateur de 37 años con un palmarés que envidiaría más de un profesional, por una argucia se libró de la suspensión perpetua tras dos positivos en una semana. Se las ingenió para no enterarse del primero; pero la artimaña sólo le ha servido para reducir la sanción a tres años, siete meses y 3.000 euros. El mayor castigo del deporte español.