Carmen Gurruchaga

Las ganas de Su Majestad

El Rey tiene enorme interés en trabajar día a día y en demostrar a los españoles que sigue siendo el mismo de siempre, desde que tras la muerte de Franco tuvo un papel fundamental durante la Transición para que volviera la democracia a su país. También desea, obviamente, enmendar los pequeños estores que en el pasado reciente haya podido cometer y que en ningún caso pueden enturbiar su figura. Por eso ayer, convaleciente aún de su reciente paso «por el taller», presidió la Pascua Militar, aunque en versión reducida porque apenas duró más de 30 minutos.

El día que cumplía 75 años y 45 días después de ser operado de cadera, fue capaz de bromear con los periodistas manteniéndose erguido con dos muletas, escuchar el himno nacional con una sola, en señal de respeto; y, en un momento dado, sujetándose en el atril, leer su tradicional discurso de saludo y agradecimiento a sus «compañeros» militares.

Para superar las dificultades que llevan consigo una rehabilitación de cadera y los tiempos que la misma impone, habrán sumado tanto el deseo de quedar bien ante todos los españoles como el de no romper con una tradición que él mismo impulsó nada más llegar al trono, recuperando el significado original que le dio Carlos III de celebración interna de los Ejércitos después de recuperar la isla de Menorca.

Pero, probablemente en contra de su voluntad, no pudo cumplir con la tradición de imponer condecoraciones a los 19 jefes, oficiales, suboficiales, soldados y marineros que han tenido una labor más destacada a lo largo del año, formados en el salón del trono del Palacio Real. Al finalizar su discurso en el que pidió suplir las dificultades económicas con ganas, ilusión y ahínco, terminó con un ¡Viva España!