César Vidal
Las lágrimas de Junqueras
Sucedió hace más de una década. Colaboraba yo en un programa de televisión y la directora nos convenció a tres para que nos disfrazáramos de Reyes Magos. Yo –que sin gafas no veía tres en un camello– estuve a punto de caerme por unas escaleras. Con todo, disfrazado y hablando con acento árabe, resultaba medio convincente. Así se lo pareció, al menos, a algunas niñas, hijas de empleados, que acudieron al programa. Inesperadamente, un hijo de Satanás de escandalosa melenaza blanca hizo acto de presencia. Con gesto displicente –pretendía saber de todo y era un ignorante de tomo y lomo–, anunció a las pequeñas que todo era falso porque los Reyes Magos eran los padres. El estupor se pintó en aquellas caritas infantiles y, de repente, gracias a aquel desalmado de alba cabellera, una de ellas, la más pequeñita, comenzó a hacer pucheros. He recordado el vergonzoso episodio, viendo las lágrimas de Junqueras. El muy infeliz se ha creído durante años todas esas estupideces de que Cataluña es una nación y de que la independencia es un desiderátum; en su inmensa ignorancia, las ha defendido y, ahora que parecía que podían alcanzarla como si fueran kosovares, Mas –como fiel mandado de las oligarquías catalanas– se le raja. No era verdad lo que le contaron. No lo era. El nacionalismo catalán era, en lugar de nacionalismo, un mero pandillismo sustentado en la corrupción, en el saqueo del resto de España y en un clientelismo que convierte a la Cosa Nostra en un coro de ursulinas. Ha comenzado a intuirlo y el pobret ha roto a llorar como aquella criatura porque él, en realidad, se guía sobre todo por el sentimiento y desearía que los camellos se bebieran el agua que les dejaría al lado de la ventana el día de la independencia. Y ahora se percata de que no es así; de que con más del setenta por ciento del negocio en el resto de España no se pueden ir; de que sin las subvenciones que pagan madrileños, riojanos y baleares no podrían mantener sus cajas; de que su sanidad – cada vez peor– y su Educación rezumante de odio a España también nosotros las pagamos; de que no es cierto que «Espanya ens roba», sino más bien que a España las oligarquías catalanas le salen más caras que cierto tipo de hijos. Y Junqueras, el pobret de Junqueras, llora porque sospecha que los Reyes Magos de Cataluña somos el resto de los españoles.
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