Julián Cabrera
Las llaves de Madrid
La demora en la confirmación de Arias Cañete como número uno del PP a las europeas exasperó especialmente a la cabeza de lista del PSOE que se pasó semanas persiguiendo un fantasma. Redonda jugada de Rajoy aunque pírrica victoria.
A siete meses para jugarse nada menos que el poder territorial, los «tiempos» de Rajoy se miran con distinta lupa. En las pasadas elecciones a alcaldías y gobiernos autonómicos bastaba la pésima herencia zapaterísta para copar el poder con independencia del nombre del candidato y de cuando era confirmado, pero ocurre que en éstas de la próxima primavera confluye en lugares clave una doble incertidumbre: la del resultado –las mayorías absolutas penden de un fragilísimo hilo– y la del nombre de los cabezas de lista.
Madrid es el paradigma de esa doble incertidumbre en la comunidad y en el ayuntamiento de la capital de España. En Cibeles, tras el paso atrás de Ana Botella, se abren todas las cábalas. En Sol, Ignacio González esperando un gesto, una señal del todopoderoso aparato de Génova-13 hacia el Gobierno de la comunidad autónoma que más y mejor hace los deberes y parados los golpes de la ensoñación de Eurovegas y del traspiés del garantismo judicial de salón hacia la gestión sanitaria.
El Partido Popular lleva décadas en posesión de unas llaves de Madrid que probablemente abren también las puertas de La Moncloa. Mantenerlas no pasa tanto por jactarse de lo mucho y bien que se ha recortado o por la eficaz optimización de recursos como por vender un artificioso aroma de polvo de estrellas a ciudadanos demasiado castigados. González, –este sí tendrá el «OK» de Rajoy– puede tomar buena nota porque el salto mortal es de todo o nada y sin red.
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