Alfonso Ussía

Las perlitas

María de las Mercedes Pérez es la actual alcaldesa de Redueña, una pequeña población de la Comunidad de Madrid. Según tengo entendido, la más joven alcaldesa madrileña. Tuvo en la Universidad un profesor extraño, poco comprensivo con los gustos y la libertad estética de sus alumnas. El profesor llevaba coletas pero le molestaba que sus alumnas se vistieran en «Zara» y se adornaran con perlitas. Como no conocía todavía a Tania Sánchez, también le repateaban las rubias. El profesor Iglesias consideraba que el pelo rubio era de derechas. Llamaba la atención especialmente a una rubia que no le consideraba un profesor idóneo.

–¡Eh tú, rubita!–, y la rubita suspendía con frecuencia. Le gustaban más las alumnas espesas y con cercos marcados en los sobacos, es decir, que todavía no conocía a Tania. Todos evolucionamos. Hoy le gustan las rubitas y lleva más limpias la coleta. Se suelta el pelo y le sale modelo «evasé».

Pero si algo no soportaba era que su alumna María de las Mercedes Pérez llevara perlitas. –¡Eh tu, perlitas!–, le decía en público para que el resto de los alumnos celebrara su gracia. La joven alcaldesa, en sus tiempos de alumna del profesor Iglesias –el mismo que ha confundido la Reserva Federal con el Fondo Monetario Internacional–, no se dejaba influir y atemorizar por el simpático profesor, y acudía a los exámenes con sus perlitas. A pesar de hacerlos de manera óptima, en tres ocasiones experimentó el disgusto del suspenso. No por los exámenes, sino por las perlitas. Asusta que un sectario caprichoso de esa calañuela esté en condiciones de gobernar algo más que el vuelo de su melena «evasé».

No obstante, la alumna Pérez, hoy alcaldesa de Redueña, no consideraba que la fobia a las perlitas fuera el defecto más destacado de su avanzado profesor. Tenía otras manías, algunas de ellas obsesivas. Su defensa de la ETA, a la que no sólo justificaba, sino admiraba con hondura y sinceridad. Recientemente ha recordado que hay una justificación política en el nacimiento y desarrollo de la ETA, con más de ochocientos asesinados durante su «justificada política» terrorista. Ante mis ojos, en mi despacho de Madrid, tengo un dibujo original de Antonio Mingote que contemplo con una extraña mezcla de tristeza y melancolía todos los días. Yace en el suelo sobre un charco de sangre un niño. Está muerto. Antonio fue preciso y sintético con la palabra. Escribe al pie del dibujo: «Otro éxito militar de ETA». Fue portada de «Abc». Podría llenar una exposición de una sóla obra de arte.

Ahora, el grupo de los de siempre, se ha sumado a la ilusión del profesor adverso a las perlitas y esmerado con las coletas, de crear un Frente Popular para gobernar Madrid. Ya pueden temblar las tocayas del profesor, es decir, las iglesias, que es lo primero que incendia el Frente Popular cuando alcanza el poder. Los firmantes, los habituales. Un juez prevaricador, un actor que vive en Los Ángeles, la mamá y el hermano del actor que vive en Los Ángeles, otras mediocridades del celuloide y la presumible música, y demás representantes del progreso comunista. El profesor se halla en los Estados Unidos impartiendo conferencias y confundiendo instituciones. Muy capaz es de detener un taxi, solicitar ser llevado hasta la sede de la OTAN y preguntar a la entrada «oiga, ¿esto es la ONU?». La inexperiencia tiene eso.

Entretanto, su amigo Varufakis triunfa plenamente en Europa. Lo ha dicho el ministro de Finanzas alemán. «Lo lamentamos por los griegos, que han elegido un Gobierno irresponsable». Por eso está Iglesias en Nueva York. Para aprender un poco. Y quizá, en un momento de descanso, para comprarle unas perlitas a su rubita, que los tiempos cambian y los gustos se endulzan con el paso de los años.