José Antonio Álvarez Gundín
Las primarias las carga el diablo
Cuando el PSOE despierte de las primarias de mañana, el dinosaurio todavía estará allí. Vendidas como una pócima milagrosa a una militancia crédula y abatida, no surtirán efecto real sobre el cuerpo enfermo: sus achaques y ansiedades seguirán martirizándolo. Su frustracion, sin embargo, puede ser aún mayor. Las primarias son sólo la coartada de unos dirigentes mediocres que, a falta de genio y de cualidades para liderar el partido con determinación, han trasladado a los militantes la responsabilidad de las derrotas futuras. De ahí que las hayan sacralizado como un fin en sí mismo, mitificando sus propiedades resucitadoras. Lo confesó Madina sin pudor alguno: «Las primarias nos llevarán en volandas contra del PP».
Pero las primarias no son la alfombra voladora ni la lámpara maravillosa de Aladino para dirigentes extraviados. Por el contrario, al haber depositado en ellas tan altas expectativas, han ocultado los peligros y las contraindicaciones que encierran. Y no son pocos ni leves. El primero, el índice de participación que alcancen. Si después de reivindicarlas como la máxima expresión de la democracia, que todo partido debería beber como agua purificadora, no movilizan al menos al 50% del censo, el vencedor nacerá lastrado con la exigua legitimidad de un 25% de toda la militancia y el PSOE habrá retrocedido con respecto a las primarias de Almunia-Borrell, en las que votó el 54,1%. En el supuesto de que los votantes no sean más que los avalistas (77.000), las primarias habrán fracasado como el revulsivo llamado a estimular la fe de las bases y a movilizarlas con ilusión. Para ese viaje, bastaba con las alforjas del aparato del partido, que con un simple chasquido de dedos pone en danza a miles de cargos en nómina. Precisamente el otro grave riesgo de las primarias es que dará carta legal de naturaleza a la supremacía de unas federaciones sobre otras. De hecho, el PSOE de Andalucía será el vencedor real de mañana, de modo que el candidato ganador arrancará con la hipoteca andaluza a sus espaldas y el aliento de Susana Díez en el cogote. Los equilibrios territoriales laboriosamente preservados desde los tiempos de Felipe González pueden saltar por los aires. Lo mismo sucederá en las primarias de cada una de las agrupaciones regionales, donde las rencillas localistas están a flor de piel y bastará con un quítame allá esos votos para desatar los odios tribales de Villarriba contra Villabajo. Las primarias, como las escopetas, las carga el diablo y al partido socialista le puede pasar mañana lo que a la selección de Brasil en Belo Horizonte, que al amparo de una hinchada nostálgica de victorias pasadas, caiga aniquilada por su propia ensoñación.
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