Alfonso Merlos
Las tres «S»
La decisión es clave. Inevitable. Atinada. Lo de menos es que la reforma de la administración hubiera podido llegar hace unos meses. Lo de más es su carácter decidido, profundo, recto y, naturalmente, que los frutos que vaya a rendir sean los esperados por los ciudadanos, a cuyo servicio están –como en toda democracia moderna que se precie–, los organismos oficiales, cualesquiera que sea su naturaleza. Y lo que el español de infantería reclama es inconfundible.
Lo primero, la simplificación. Porque hay un hartazgo generalizado vinculado a los papeleos interminables, las zancadillas, los meandros y toda suerte de situaciones que hay que resolver y ventanillas alas que hay que llamar para efectuar el más insignificante trámite. O acabamos con la burocracia estéril, gris y elefantiásica o la burocracia acabará con nosotros.
Lo segundo, la sostenibilidad. No estamos ante una cuestión de tamaño, sino de músculo y de grasa. O fundimos por las buenas los michelines y acabamos con los más innecesarios y caros armatostes creados con dudosos fines y cuya utilidad es más que cuestionable, o a este país le resultará harto complicado ponerse en pie y caminar con fuerza.
Lo tercero, la solución. El Estado está para solventar, para servir al pueblo y, por consiguiente, bajo ningún concepto para achatarrarlo, aplastarlo, hacerle la vida imposible, introducirlo en interminables laberintos o callejones sin salida. O se conduce por nuevas vías la gestión de los asuntos más básicos o nos ahogaremos en el injusto mar de problemas que con demasiada frecuencia se agita desde las administraciones.
¿Interesa en este marco la cooperación del PSOE para sellar un pacto de Estado? Sí. Siempre que la izquierda entienda que en pleno siglo XXI, el sector público debe ser especialmente ágil, eficiente, servicial, flexible. Incluso rentable. No hay otra.
✕
Accede a tu cuenta para comentar