Alfonso Ussía
Lechuzas
Las alondras cantan por la mañana. Las lechuzas son de interpretación artística nocturna, como los búhos y los mochuelos.
Los pájaros no tienen memoria y sufren un ataque de terror en cada atardecida. Su canto crepuscular es triste, porque al percibir que la luz se apaga creen que todo va a desaparecer. De ahí el jolgorio mañanero, celebrando el nacimiento del sol. Las lechuzas, como todas las rapaces de la oscuridad, tienen un canto feo, seco y potente. La reunión del PP para anunciar el cierre y composición definitivos de las listas electorales se celebró por la tarde y alcanzó las horas de la noche. Y cantó la lechuza.
La lechuza cuando canta, advierte o protesta. No arrulla. Es impertinente. Y lleva siglos evolucionando hacia la vanidad, aunque no ha conseguido desbancar al Gran Duque, el inmenso búho que domina las noches. No obstante, la lechuza es la número dos en la pirámide del poder nocturno. El cuento podría principiar así: «Érase una vez una lechuza que creyó ser un Gran Duque».
He leído que la reunión de los candidatos del Partido Popular fue larga, tensa y educada. Ya en la noche, le llegó el turno a Málaga. En Sevilla había perdido Montoro y Zoido se apropiaba del número uno de la lista. Como García Tejerina en Valladolid, que aceptó su derrota con elegancia y formará parte de la relación madrileña. Se equivoca el PP con Montoro incluyendo su nombre en la lista cerrada de Madrid. Una lista cerrada significa que el votante que no desea votar a Montoro, le vota sí o sí. Por ello, lo más inteligente hubiera sido encajar al desagradable comisario en una lista de menor influencia. Por ejemplo, número uno por las Islas Chafarinas y los Peñones de Alhucemas y Vélez con la inclusión de la Isla de Perejil. Pero los primeros se suman a Melilla, y la última sólo tiene cabras y las cabras, por ahora, no votan. El PP de Madrid perderá muchos votos con Montoro en su lista.
Y le llegó el turno a Málaga, de cuya lista ha sido siempre número uno Celia Villalobos, señora de Arriola. La lechuza que creyó ser un Gran Duque. En esta ocasión, doña Celia se ha visto obligada a ceder su cabeza de lista en beneficio del alcalde de Estepona, José María García Urbano. Y se oyeron gritos en la sala. Cantó la lechuza, que no admite desde su vanidad y soberbia ser desbancada por un joven mochuelo, que con toda probabilidad será mucho más conveniente para Málaga que la mujer del nigromante y adivino Arriola, que ha vuelto a ser rescatado por Rajoy. Y entonces le dijeron a Celia que no había más lentejas, y que si no aceptaba el número dos por Málaga, su única opción pasaba por el agradable retiro y la sosegada jubilación. Por lógica, quien lleve el número dos del PP por Málaga, saldrá elegido, pero a doña Celia sólo le sirve la cabecera de la lista, lo cual, a mi modo de ver, equivale a conducirse con muy menguado sentido de la buena educación.
Teófila, que es una mujer educada, encabezará la lista por Cádiz. En la capital, de la que ha sido alcaldesa con mayoría absoluta repetidas veces, es abrazada y piropeada por los arrepentidos que votaron al «Kichi», esa calamidad pública. Teófila es conocida en toda la provincia y dará juego, porque es mucho más alondra que lechuza. Teófila, para colmo de bienes, es jándala, es decir, montañesa afincada en Andalucía, como Rogelio, el «Trifón» de «La Flor de Toranzo» y como los propietarios de muchos bares, restaurantes y ultramarinos de la Andalucía luminosa que se convencieron, al llegar a Sevilla o Cádiz, que sus Américas estaban ahí.
En Cáceres, le ganó el pulso Carlos Floriano a José Antonio Monago, y me figuro que no mediante la brillantez dialéctica. Pero, vuelvo donde solía, la protagonista de la noche fue Celia Villalobos, que protestó, gritó y se desgañitó cuando, por primera vez en su vida política, larga por cierto, tuvo que asumir que los años pasan y pesan, que los malos modos abruman, y que en el amplio e interesantísimo ámbito de la ornitología, jamás una lechuza es número uno con derechos permanentes. Como si el lorito de pecho verde del Amazonas se acerca volando al árbol que domina el guacamayo y le dice: «Sal de aquí inmediatamente que éste árbol es mío». Una confusión peligrosa.
Celia Villalobos, que fue una notable alcaldesa de Málaga, y que quiso ser mucho más, no ha dejado buenas huellas en su partido. Se ha mantenido por ser la mujer del Arúspice Mayor del Reino, que se apropió inteligentemente de las voluntades de Aznar y de Rajoy. Pero Celia es prescindible, y al fin, alguien en el PP se ha apercibido de ello.
La elegancia consiste en asumir el cambio de los vientos cantando con la alegría de la alondra. No con la mala uva de la lechuza, que a ningún árbol frondoso lleva. Y Montoro por Madrid. Cuidadito.
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