Ángela Vallvey
Lectoras
El libro atraviesa un momento difícil. La recesión ha limitado el presupuesto que las familias dedican a libros. El IVA está dando la puntilla en muchos casos: mientras en Luxemburgo o Francia se paga un 3% o un 5% de IVA por un libro electrónico, en España se paga el 21%. Pero estos días, con la Feria del Libro de Madrid, todos los que amamos este sector, uno de los más nobles y creativos de la industria española, nos ponemos contentos. Tampoco es un secreto que son las mujeres las que mantienen vivo el corazón del libro. No hace tanto que las mujeres occidentales venimos recibiendo la misma educación que los hombres. Cuando nos convertimos en receptoras de cultura, nos hicimos lectoras. Los libros fueron la puerta que abría el presidio donde la historia había encerrado a las mujeres. El libro siempre ha sido, desde antes de Gutenberg, un objeto precioso que ha llamado la atención de las féminas, todas con un fino instinto natural para lo bello y lo valioso. Se dice que Elisenda de Montcada, esposa de Jaime II, vendió una casa con sus tierras circundantes para poder adquirir un raro ejemplar. Muchas mujeres, entre las que me honra contarme, compramos más libros que zapatos porque en la lectura hallamos un camino a la libertad y al crecimiento personal que nos permite andar mucho más. No hay nada mejor para un autor que tener lectoras entusiastas. Eso pensaba Bocaccio, que en el prólogo del «Decamerón» dedica su obra a las mujeres: ya conocía la necesidad de las damas de usar los libros como una escalera por la que huir de las penas, el tedio y la tristeza, cuando no de la propia casa que las cobijaba. Esta feria del libro es de las mujeres lectoras. Hurra por ellas.
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