Política

Francisco Marhuenda

«Les he dejado sin herencia por culpa de Banca Catalana»

«Les he dejado sin herencia por culpa de Banca Catalana»
«Les he dejado sin herencia por culpa de Banca Catalana»larazon

Jordi Pujol siempre se escudaba en que se arruinó con Banca Catalana. Fui de los muchos catalanes que creyó de buena fe que fue así. Nunca hubiera imaginado lo que ha sucedido, aunque ahora todo el mundo lo sabía. No hay duda de que España está llena de «listos». Era un rumor generalizado que se cobraban comisiones, pero nunca en las dimensiones que ahora intuimos, porque no hay todavía datos oficiales que aclaren unas cifras que resultan escandalosas por el nivel de codicia y prácticas propias de un país caribeño al estilo del Haití de los Duvalier. Estaríamos ante una voracidad «recaudatoria» tan grande y sistemática que resulta sobrecogedora. Los catalanes nos sentíamos muy orgullosos de nuestro europeísmo en los años setenta. Éramos más modernos, en el terreno económico, social y cultural, que el resto de España y los exiliados de las dictaduras hispanoamericanas eligieron Barcelona como tierra de acogida. Teníamos la canción protesta, los libros de Ruedo Ibérico que comprábamos clandestinamente en los altillos de algunas librerías e íbamos a Perpiñán a ver «El último tango en París». Ahora resulta que lo que se construyó a partir de las elecciones autonómicas de 1980 no se parecía a los países del norte de Europa sino a la Sicilia de la Mafia. Es muy triste. Un sistema corrupto que se envolvía en la bandera y en el patriotismo para crear un vomitivo enriquecimiento ilícito que produce sonrojo y tristeza.

No soy tan ingenuo para no saber que existían comisiones, pero nunca conseguí ninguna prueba. Es cierto que no imaginaba esa dimensión y creía que era para la financiación ilegal de los partidos. Mi posición política ha sido siempre de confrontación con Pujol y el nacionalismo, aunque no voy a esconder que lo respetaba desde la discrepancia. Un buen amigo socialista le fue a visitar en los años noventa para despedirse oficialmente porque abandonaba el cargo. Habían colaborado juntos en la clandestinidad y la Transición. Le dijo: «Jordi, me comentan que tus hijos están haciendo negocios y es un tema muy delicado. Deberías ir con cuidado». El presidente de la Generalitat le contestó: «Qué voy a hacer. A estos chicos les he dejado sin herencia por culpa de Banca Catalana». Al igual que mi amigo, que me lo contó al salir del Palau de la Generalitat, creí que era verdad lo de la herencia, aunque me pareció inquietante que los hijos del presidente catalán, que tenía un poder enorme tanto en Cataluña como en España, se dedicaran a la intermediación. Es cierto que tenían una buena formación universitaria, pero quién se puede negar a atender a los hijos de una personaje tan importante.

En otra ocasión, un consejero muy importante del Gobierno catalán me pidió que cenáramos juntos porque me quería comentar un tema. Fue en la Punyalada y me quería ver porque sabía que me habían comentado que tenía dinero en Suiza. El problema es que, una vez más, te lo decían pero no te daban pruebas. Cuando le dije que me parecía indigno y que era sorprendente que alguien que sólo se había dedicado a la política y no tenía otros ingresos tuvieran ese dinero, no sólo no me lo desmintió, sino que lo justificó porque tenían que estar preparados por si se volvía a repetir un 23-F. Nunca más volvimos a ser amigos y siempre me escandalizó su ritmo de vida. Otro consejero era conocido como «el egipcio», porque quien le pagaba me decía que cobraba a dos manos. A pesar de ello, siempre creí que Pujol estaba en lo suyo, que era la política, y que no le interesaba el dinero. Ahora he comprobado que no es así. Un constructor me vino a ver cuando estaba en «ABC», poco antes de los Juegos del 92, porque había cambiado el cobrador de CDC y no le adjudicaban ninguna obra a pesar de reunir las condiciones para conseguirlas. Me puso sobre la mesa la relación de las últimas adjudicaciones y era verdad. Me aseguró que el cobrador hasta ese momento era una persona muy importante y que había sido sustituido por los hijos. No creí ni una cosa ni la otra. Por supuesto no me dio ninguna prueba. Corruptos y corruptores siempre se escudan en el silencio.