Alfonso Merlos

Ley y orden

No hay más, ni menos. «Dura lex, sed lex». Por dura que sea, la ley hay que cumplirla. Los separatistas pueden pedir la luna. Allá ellos. Es obligación de los poderes públicos llevarles a estrellarse directamente contra un muro que no puede flaquear ni resquebrajarse: el Estado de Derecho. No en abstracto, sino movido y sostenido por el Gobierno de la nación. Es así.

Seguramente lo menor es que las declaraciones del presidente o la vicepresidenta hayan podido adolecer de cierta falta de contundencia. Quizá no haya estado de más un cierto «punch», una cierta severidad, mayor agudeza. Pero también es verdad que la dupla ERC-CiU no está esperando otra cosa que una estridencia, una agresividad injustificada, una excéntrica desmesura o simplemente una salida de todo del Partido Popular, y eso no conviene.

¿Y qué es lo que procede entonces? Pues simplemente que se pongan en marcha todos los mecanismos anticipatorios, preventivos y reactivos que tocan para el desastroso y explosivo orden de cosas al que hemos llegado. Deben saber todos los españoles que desde La Moncloa se va a instar al Tribunal Constitucional para que suspenda un referéndum ilegal. Deben saber todos los españoles que, si llega el caso, se puede denunciar a Artur Mas como convocante de una sediciosa y prevaricadora farsa. Y deben saber todos los españoles que el artículo 155 de nuestra Carta Magna no se fijó en el texto de textos para adornar, como mero ornamento, porque sí.

Ha llegado la hora de la verdad; el momento de defenderse, responder, y hacerlo con el corazón caliente pero con la cabeza fría. Y esencialmente, de hacerlo de forma proporcional a la dimensión del desafío. Es lo que distingue a quienes creemos en la democracia y la convivencia de los que lo confían todo al absolutismo, el desacato y la obstinada e ininterrumpida siembra de odio y cizaña.