Ángela Vallvey

Leyenda

Cuenta la leyenda que corría el año 1460 cuando una terrible sequía se abatió sobre Zafra (Badajoz) las fuentes y los pozos se secaron, hasta tal punto escaseaba el agua que algunos llegaron a sufrir sed. Por entonces, en el castillo habitaba un tal conde de Zafra, de quien no se conocen descendientes. El tipo era despiadado y bárbaro, en sus dominios se encontraba la única fuente que no se había agotado, pero él prohibió el acceso a sus aguas. Una gitana, sin embargo, logró colarse ante las narices de los centinelas y llenó una alcarraza de agua fresca. La pescaron a la salida con las manos en el líquido elemento y el conde, para escarmentar a los vecinos, mandó romper el cántaro y que le dieran a la mujer tantos palos como pedazos resultaran de romper la vasija. La pobre gitana salió molida, pero, una vez fuera del castillo, se volvió indignada y le lanzó una profecía al señor, que se regodeaba asomado a su muralla viéndola marchar. «¡Maldito seas, conde de Zafra! Me han dado siete palos por tu culpa, los siete días de la semana. Hoy es martes, el próximo martes tendrás tantas aguas que vas a navegar sobre ellas», gritó. Al día siguiente, el conde se puso malísimo, con una de esas fiebres medievales que nadie sabía curar. A comienzos de la semana siguiente, ya estaba para criar malvas, y el martes, hallándose de cuerpo presente, cayó tal diluvio que el conde salió flotando en la riada, con su caja mortuoria como piragua, hasta que se despeñó por un precipicio a las afueras de la ciudad. Los vecinos exclamaban: «¡Es de plomo y va nadando por encima de los tejados!...»

Pues sí: una añora la lluvia. Pero no siempre cae con mesura. Como cuando enterraron a Zafra.