José María Marco

Limpieza y demagogia

La Razón
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La limpieza de las calles madrileñas se ha convertido en un problema político, es decir, partidista. Antes el responsable era el gobierno del Partido Popular, ahora lo es el de Podemos. Era previsible, como lo era que la suciedad de las calles fuera en aumento a medida que la ciudad, como cualquier otra, se ha ido haciendo más compleja y se iban recortando los gastos. La demagogia no ayuda, sin embargo. El aumento en el presupuesto dedicado a limpieza tendrá que salir del bolsillo de los contribuyentes, también de los que se esfuerzan por no ensuciar. Y por mucho que se nos intente convencer de lo contrario, no habrá ayuntamiento capaz de gastar lo que hay que gastar para mantener en estado de revista las calles de una ciudad como Madrid. Al revés, cuanto más dinero se dedique a limpiar, más peligro de suciedad habrá porque más intensa será la invitación a ensuciar la ciudad. Al fin y al cabo, sale gratis.

A la espera, por tanto, de un plan de concienciación moral que convenza a la ciudadanía de que lo público es de todos (y no de nadie, según el célebre razonamiento socialista), el Ayuntamiento tiene otro camino abierto. Además de racionalizar los servicios y rentabilizarlos, siempre se puede empezar a modificar el comportamiento de los ciudadanos, y al fin y al cabo su cultura, mediante un sistema de incentivos ad hoc. En castellano, multas. Multas a quien deje caer una colilla, a quien deposite en la calle la bolsa de basura a deshoras, a quien se desprenda de un envoltorio tirándolo a la acera... Así todo.

La suciedad de las calles no es sólo una metáfora del descuido de los habitantes de la ciudad. Es también una consecuencia de la dejadez de los responsables municipales a la hora de asumir las responsabilidades que les incumben en cuanto a las garantías para la vida en sociedad. Esa responsabilidad no se sustituye con dinero, menos aún con el dinero de los demás. Cumplirla requiere desafiar la impopularidad, hablar claro, enfrentar a los ciudadanos con las consecuencias de sus actos. No es seguro que los actuales responsables del Ayuntamiento de Madrid, que parecen considerar que el dinero de los demás está a su libre disposición, sean los mejores para plantear una política de este estilo. En cualquier caso, siempre pueden ensayar, a ver qué pasa. A lo mejor incluso rompen la racha de caída en las encuestas de intención de voto.