Restringido

Lo importante y lo urgente

La Razón
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Lo importante no suele coincidir con lo urgente en cada momento y en cada decisión que se toma en la vida. La mayoría de las veces nos condiciona la inmediatez de los hechos y aplazamos las decisiones más importantes que debemos tomar, y las consecuencias siempre son desastrosas.

La convocatoria de elecciones en Cataluña es la primera de las pruebas que debe superar el país en este año que acaba de empezar y parece que todo apunta a que no van a ser las únicas. La repetición electoral catalana constituye el fracaso y, posiblemente, el final político del sr. Mas que, después de perseguir un futuro incierto, llega al punto de destino con un partido político recién enterrado, un proyecto soberanista en línea muerta y sin muchas posibilidades de ser reactivado y una traición a su electorado tradicional, catalanista pero conservador y moderado.

Quizá el mejor servicio que podría hacer el president en funciones, a Cataluña y a sí mismo, sería abandonar la primera línea de la política. Los catalanes no merecían un gobierno que los dividiese, en lugar de aglutinar voluntades y conformar una idea de país compartida.

Pero la convocatoria electoral también es, en sí misma, un test definitivo para los demás partidos. Comprobaremos si ERC es capaz de absorber toda la pérdida de votos convergentes, si Ciudadanos consigue imponerse y lograr la propia Presidencia de la Generalitat, si Podemos revalidará los apoyos obtenidos en el 20-D o los catalanes leen en código diferente la política autonómica, y el PP se debatirá entre la supervivencia y la irrelevancia política en el Parlament.

El PSC tiene su propia cita con el destino. Los malos resultados se han ido acumulando en los sucesivos comicios. El espacio político que un día aglutinaron los socialistas catalanes –que tuvo como origen la victoria en las grandes ciudades, pero que se extendió y les llevó incluso a ser la fuerza política más votada en Cataluña– hoy se ha centrifugado hacia partidos como Ciudadanos y Podemos de una manera más evidente que en el resto de España.

La dirección del PSC tendrá que afrontar una de las campañas electorales más complicadas a las que se haya enfrentado. El nacionalismo contamina todo lo que roza, aunque lo haga tangencialmente, y polariza las posiciones hasta el punto de llevarlas a una simplificación caricaturesca. Eso convierte en una tarea difícil separarse de los nacionalistas, tanto de los separatistas como de los centralistas.

Sin duda, cuanto más fuerte vayan las siglas del Partido Socialista mejor resultado obtendrán los socialistas catalanes. Envolverse en el PSOE y mostrar su lado más integrado en el proyecto federal que representamos los socialistas pueden ser sus mejores bazas, pero eso requiere que el Partido Socialista salga de la pendiente de pérdida electoral.

En las elecciones generales del año 2011 el PSC obtuvo el 26,66 por ciento de los votos, un mal resultado comparado con el 45,39% que avaló la candidatura del presidente Zapatero en el año 2008, pero infinitamente mejor que el 15,70% obtenido el pasado 20 de diciembre.

La fortaleza de las siglas de un partido a nivel nacional es la que se transfunde a todos los territorios; nunca la debilidad en un territorio es la causa de la debilidad de un proyecto nacional.

Quizá lo urgente sea afrontar las elecciones en Cataluña y la probable convocatoria de generales para el mes de mayo, pero lo importante es cómo debe fortalecerse el PSOE con su peor resultado electoral desde noviembre de 1933 o cómo frenar la sangría de votos hacia Podemos, que ha pasado del 7% de los votos al 20% entre julio del año 2014, cuando Pedro Sánchez fue elegido secretario general, y diciembre de 2015.

Al PSC –igual que al Partido Socialista en Madrid, en Valencia o en Euskadi– solo le irá bien cuando el PSOE mejore su diagnóstico de lo que está sucediendo, autentifique su proyecto político y decida democráticamente quién debe liderarlo.

Las elecciones catalanas de marzo no sólo no deben ser un argumento para aplazar la toma de todas estas decisiones, sino que se convierte, precisamente, en un argumento más de que lo importante no puede posponerse en función de lo urgente.

Los socialistas tenemos un compromiso electoral en marzo y seguramente otro en mayo, pero no podemos olvidar que tenemos otro compromiso histórico, político y ético con miles de hombres y mujeres que nos han precedido en los 136 años de historia que tiene nuestro partido y que siempre antepusieron el interés de la sociedad a los suyos propios.