Alfonso Ussía

Lo innecesario

Ha dicho el presidente de la Unión de Comunidades Islámicas de España, Riay Tatary, que es innecesaria la aprobación de normas que prohíban el niqab o el burka. Ha estado prudente. Al paso que vamos en Europa con España, esta vez sí, en el pelotón de cabeza, muy pronto el señor Tatary dirá que es innecesario conceptuar como delitos contra los derechos humanos el voto femenino, la lapidación por adulterio, la crucifixión por no formar parte del islamismo y la venta de mujeres a los soldados de Alá para que sofoquen sus ansias entre bomba y bomba. Tatary, en un futuro, considerará también innecesario que se prohíba ahorcar a los homosexuales, como se hace en algunos países musulmanes con enorme eficacia y celeridad.

En Europa, aunque Europa no reaccione, el uso del niqab y el burka representan el desprecio, la humillación y la esclavitud de la mujer. Es curioso que las feminazis de las izquierdas no lo consideren así. En Europa, aunque Europa no reaccione, la homosexualidad es una realidad que no se esconde, no un delito que alcance el merecimiento de la ejecución pública. En Europa, no se venden las mujeres como si fueran ganado. En Europa todavía no consideran urgente castigar con la lapidación, con el odio a pedradas, a las mujeres que se van de picos pardos una noche ligera o durante una temporada de pasión necesitada. En el caso de que exista entre ella y otra persona una relación matrimonial o simplemente de pareja establecida, es a ellos a quienes corresponden las medidas a adoptar, que son coincidentes en casi todos los casos de infidelidad que se producen en Europa. Las maletas de él o de ella en la puerta de la casa. Y en numerosas ocasiones, las maletas vuelven, gracias a Dios. En Europa las mujeres y los hombres tienen los mismos derechos. En Europa nadie esconde su rostro o disimula su cuerpo. En Europa las mujeres pasean y se mueven a la misma altura que los hombres. Más aún, son los hombres los que en la mayoría de las ocasiones, van detrás de las mujeres intentando imitar el ritmo de sus pasos. En Europa no se alienta el asesinato, el terrorismo y la venganza, con las excepciones de siempre. Y se combate el terrorismo, impidiendo que el crimen gobierne, aunque España en ese aspecto, sea la excepción que confirma la regla. En España, entre políticos y jueces han llevado hasta el poder a una organización terrorista brutal e implacable. En Europa, la religión es un bien sagrado que se respeta en cada individuo, sin obligaciones políticas. El practicante acude a Dios y el que no cree en Dios no es obligado a ello. Y el humanismo cristiano habla del amor, del perdón, del abuso de los poderosos, de la riqueza de los humildes, de la igualdad de oportunidades y de que nadie es menos que otro por motivos ajenos a la condición humana. Los católicos no estamos obligados a peregrinar al Vaticano una vez en la vida. Acude al Vaticano el que quiere y el que puede, que afortunadamente, son muchos.

El islamismo ha anunciado que España será la primera en caer. Lo está haciendo sola, sin necesidad de ser empujada. Las leyes permisivas y la generosidad en quebrar nuestras costumbres en beneficio de las normas musulmanas son el pan nuestro de cada día. En España, la izquierda es peligrosamente tolerante con el islamismo y fanática enemiga del catolicismo y el humanismo cristiano. Está bien lo de poner la otra mejilla, pero con un freno en la mansedumbre. Aquí se protesta en las puertas de las iglesias con las tetas al aire, pero ninguna feminista se atreve a hacerlo en las puertas de las mezquitas. Cuidadito, que es peligroso.

Ya son más de cincuenta los españoles que combaten en las filas de la Yihad. La izquierda andaluza desea fervientemente arrebatar la administración y tutela de la catedral de Córdoba para entregársela a los musulmanes. En eso ocupan su tiempo y sus energías. En las mezquitas españolas, neciamente permitidas y algunas de ellas subvencionadas, se anuncia la guerra contra los infieles, que somos la inmensa mayoría de los españoles. Quieren expulsarnos de España muchos de los que a España han venido a encontrar la libertad que en sus países les negaban. Libertad que sólo tienen ellos para robarnos la nuestra.

Para Tatary es innecesario prohibir el niqab y el burka en nuestras calles. Son inofensivos. No es así. Resultan extremadamente ofensivos en una sociedad libre donde las mujeres son iguales que los hombres en sus derechos ciudadanos y participativos. Mientras Europa discute, debate y se pone de acuerdo, ellos avanzan un metro cada día. La tolerancia buenista nos está acorralando. Ellos no intentan comprendernos ni respetarnos. Acabaremos en sus manos. Todos a la mezquita, con Tatary a la cabeza.

Y las de Femen, lapidadas.