Restringido
Lo nuevo, dos veces viejo
Los nuevos partidos que han irrumpido en la política española emergieron bajo la bandera de la necesidad de una nueva manera de hacer las cosas, de acabar con lo que eran, según ellos, viejas y perniciosas prácticas. Prometían poner en escena lo que llamaron muchos «la nueva política». Atacaban el sistema desde la premisa de que los partidos mayoritarios estaban instalados en el poder, alejados de los españoles y ocupados en sus propios intereses.
No ha hecho falta mucho tiempo para empezar a vislumbrar lo que de verdad querían decir los nuevos actores de la política. De Podemos sabemos ya varias cosas. Lo más claro es que su líder, el Sr. Pablo Iglesias, quiere ser Vicepresidente del Gobierno, que quiere designar la estructura de todo el futuro Gabinete y que ha exigido a los socialistas, y comprometido con los suyos, la titularidad de medio Gobierno. También sabemos que las parcelas que le interesan nada tienen que ver con las que solucionan los problemas diarios de la gente, como la sanidad, la educación o el trabajo. Lo que le interesa realmente al Sr. Iglesias son los focos de poder como el CNI, el ministerio del Interior, la televisión pública o el ministerio de Asuntos Exteriores.
Ya hemos visto cómo gobiernan en algunas ciudades y han sido ineficaces con los desahucios, como manifestó la propia Sra. Ada Colau; les gusta el coche oficial y es complicado saber cómo están las divisiones y fracciones internas en los circuitos podemitas. Los vimos evolucionar desde una posición «contra la casta», a querer ser parte de la casta, como parte de un Gobierno compartido con la «casta socialista» o en solitario si se repitiesen las elecciones y el viento soplase a favor. Y todo ello, en sólo 24 horas.
Pero no menos llamativa es la evolución de Ciudadanos. Al Sr. Albert Rivera le aterra la idea de repetir comicios, realmente esperaba un éxito mayor el 20D y ha descubierto que las elecciones las carga el diablo.
Por eso su empeño es que gobierne alguien y, por eso, no le ha producido ningún rubor cambiar de opinión en casi todo. El Sr. Rivera concedía una entrevista un par de meses antes de las elecciones generales, exactamente el día 18 de octubre, en la que el titular más destacado era «solo entrare en un Gobierno como Presidente, no como vicepresidente ni ministro de nadie». Días después afirmó que nunca apoyaría una coalición contra la lista más votada. Ayer se celebró una consulta a los militantes del PSOE acerca del acuerdo al que ha llegado la Dirección del partido con Ciudadanos. El entusiasmo por este pacto es realmente descriptible, sólo el 35% de los afiliados ha votado afirmativamente. La dirección debería realizar un esfuerzo en interpretar por qué la mayoría ha evitado respaldar al secretario general.
No obstante, adecuado o no, es peligroso para el PSOE. El acuerdo tiene un contenido que no provoca el rechazo del PP en ninguno de sus puntos. Si el objetivo es obtener el apoyo de los populares en la investidura, es una cuestión que sí debería haberse sometido a consulta entre los afiliados por su importancia y gravedad.
Por otra parte, en caso de que la investidura resulte fallida, como parece probable, seguramente el Partido Popular intente la suya, con el Sr. Mariano Rajoy como candidato o con otro distinto, y es más que predecible que buscará una alianza con Ciudadanos. Nadie debería extrañarse que el Sr. Rivera termine llegando a un acuerdo con el Sr. Rajoy, recuerden que antes de las elecciones dijo lo contrario, cuestión que aumenta la probabilidad de que suceda.
No estoy muy seguro de que la Dirección socialista haya considerado que, si se produjese tal circunstancia, PP y Ciudadanos firmarán un acuerdo con un contenido idéntico al que hoy están votando los afiliados socialistas, poniendo al PSOE a los pies de los caballos.
La famosa nueva política resulta que solo consistía en sustituir caras, pero los dos grandes partidos están cometiendo dos pecados, los que definió Franz Kafka como «dos pecados capitales de los que nacen todos los demás: la impaciencia y la pereza». Cada uno, el suyo.
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