José Luis Requero

Lo que importa

La Razón
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Hace unos años, siendo Papa Benedicto XVI, aconsejé en estas páginas que se le leyese. Aparte de por su contenido, su estilo es ameno: desde el rigor, el Papa emérito tiene la habilidad para hablar a las claras, de forma directa y hasta entretenida. En este sentido ese estilo es muy distinto de su predecesor, san Juan Pablo II, cuya mentalidad eslava relucía en sus escritos y su discurso exigía un mayor esfuerzo al lector. El Papa Francisco contrasta por su frescura, por el regate en corto, por su capacidad para resumir conceptos complejos, que hace comprensibles y hacerlos divulgativos. Esto se ve cuando se aparta de los folios que lleva en la mano e improvisa un discurso fresco y directo.

Lo relevante –y no debería sorprender– es que cada uno con su estilo y forma de comunicar dicen exactamente lo mismo; harán hincapié en tal o cual aspecto dependiendo de dónde están, en qué momento hablan o según a quien se dirijan, pero el mensaje es el mismo. Como no podía ser de otra forma. La Iglesia viene diciendo lo mismo desde hace veinte siglos y no va a cambiar su discurso por la sencilla razón de que administra un mensaje del que no puede disponer.

Vuelvo al Papa Francisco. Dentro de esas frases que tan bien resumen un mensaje está la que describe la actual misión de la Iglesia como un «hospital de campaña». Si echamos mano a la imaginación es fácil captar a dónde nos lleva esa imagen; si pensamos en un escenario bélico, a ese hospital llegan los heridos, se les procura una medicina de urgencia, capaz de sacarles adelante. ¿Qué significa esta figura retórica?, ¿a qué guerra se refiere el Papa? Creo que desde hace al menos un par siglos vivimos en una guerra cultural que va evolucionando, una guerra de valores que deja muchos heridos, algunos muy graves.En las últimas décadas se va agudizando y llegan los heridos del relativismo, de la ideología de género, etc

Esos heridos son matrimonios rotos, familias desestructuradas, vidas montadas sobre sentimientos volátiles o personas que han vivido como si la palabra compromiso o fidelidad no existiese, mujeres agredidas, madres que abortaron, hijos abandonados, personas tratadas como mercancías o datos de una simple estadísticas mercantil o laboral, esclavos de las más variadas adicciones, etc.Y cabe vaticinar que vendrán aquellos que sepan que no fueron fruto del amor sino de la ingeniería genética o hijos crecidos no en una familia natural sino de diseño ideológico. Muchos heridos arrastran un poso de infelicidad que no pocas veces se oculta en la ironía o se camufla rechazando al médico de campaña. Pero hay heridos.

Si preguntamos a muchos de qué depende el futuro de la humanidad quizás salga a relucir la capa de ozono u otras graves amenazas planetarias.San Juan Pablo II afirmó que ese futuro es el de la familia y que su defensa no es una cuestión de fe sino de justicia. Es otra amenaza medioambiental, pero el hábitat que peligra es el humano más inmediato. Que la Iglesia vaya a celebrar el próximo otoño un Sínodo extraordinario sobre la familia, el segundo en un año y sobre el mismo tema, evidencia cual es nuestra situación y donde están los problemas.Se explica así que la Iglesia se vea como un hospital de campaña.

El pasado jueves participé en la presentación –masiva– del libro «Redescubrir la familia». Es un libro colectivo que recoge variados trabajos, un buen protocolo de actuación para ese hospital de campaña erigido en servicio de urgencias; es un libro divulgativo, claro y abierto a la esperanza con una acertada sistemática: trabajos que ayudan a reflexionar, comprender, aprender, sanar y crecer en todo lo que afecta al matrimonio y a la familia.No es un libro confesional en el sentido formal del término, sino «comunal», es decir cargado de sentido común.

Si comento ese libro es por la relevancia del tema y porque es un magnífico manual para centrarse en eso que se puede denominar «lo que realmente importa». Una oportunidad para captar la temperatura del medioambiente humano que vivimos, algo que nos afecta a todos y a tantas personas que nos rodean.