Manuel Coma

Lo que se juega el presidente americano

Puede que no se produzca el acuerdo del último minuto antes de que empiecen a sonar las campanadas de Año Nuevo y en consecuencia la economía americana se precipite por el «abismo fiscal». Cuáles sean las consecuencia y quién se beneficie políticamente o salga mal parado a corto y largo plazo es cuestión de opiniones. En ausencia de acuerdo, expiran una serie de reducciones de impuestos, lo que significa la subida de los mismos para todo el mundo el uno de enero y la entrada en vigor de una Ley de Control del Presupuesto, que impone recortes en el gasto público, llamados «secuestro», los más importantes en Defensa, lo que para los republicanos representa un atentado contra la seguridad nacional y el papel de EE UU en el mundo.

No existe duda sobre que las consecuencias de esas dos series de medidas tendrán un impacto negativo sobre la economía, pero los cálculos para cuantificarlo varían mucho, lo que no es de extrañar dada la incontrolable complejidad del asunto. Las peores predicciones apuntan hasta una contracción del 5% de la economía americana, lo que sería un desastre mundial. La mayor parte de los estudios no son tan pesimistas. Toda la negociación es un pulso entre Obama y sus demócratas por un lado y Boehner, el presidente de la Cámara de Representantes en su calidad de jefe de la mayoría republicana, por el otro. Obama, acusando siempre a sus rivales de intransigencia irresponsable, no ha parecido en ningún momento dispuesto a hacer concesiones, sino, al contrario, a endurecer sus demandas. Una parte de las huestes republicanas teme arrostrar la dosis de impopularidad que les reporte oponerse al presidente en un asunto tan delicado, mientras que otra pretende mantenerse inflexible en una cuestión de principios esenciales –no al aumento de impuesto– sobre cuya base han sido elegidos. Muy seguro de su superioridad y de la división de los republicanos, Obama apuesta por que cualquier resultado le será favorable. Si les hace doblar la cerviz, acentuará el fraccionamiento republicano. Si no hay acuerdo, también, al tiempo que arroja sobre ellos el estigma de la culpabilidad ante la opinión pública. Boehner prefiere un compromiso con «compensaciones». Por vía parlamentaria, escamoteando la negociación a la Casa Blanca y concediendo la iniciativa al Senado, todavía sería posible. En cuanto al saldo político, la cuestión es mucho más vidriosa. En primera instancia, una mayoría no muy abrumadora culparía a los republicanos de la situación. Pero según las encuestas de salida de urna en las pasadas elecciones, un apoyo a la subida de impuestos se ha quedado siempre por debajo del 50% y si la tenue recuperación económica se detiene o experimenta un retroceso y el paro vuelve a subir en algo más de un punto, como muchos prevén, al final es el presidente el que carga con la responsabilidad. A algunos republicanos no les llega la camisa al cuerpo, pero a Obama le puede salir el tiro por la culata.