Atentado terrorista en Niza
Locos
Cuando las ciudades, las plazas, los centros comerciales, los paseos marítimos, las estaciones de trenes, los andenes de metro o los aeropuertos se convierten en enjambres de ambulancias, coches de policía y personal de los cuerpos de seguridad del Estado armados hasta los dientes corriendo de un sitio a otro, repartiendo su esfuerzo entre salvar a cuantas más personas mejor y neutralizar al causante del horror, es que Lucifer y todo su séquito están tomando mando en plaza. Es el mal, el odio, la tiranía, la vileza pero no la locura.
No corren buenos tiempo para reivindicar el estatus del loco, pero volvámonos ídem y corramos el riesgo, aunque sea por hablar con propiedad. Cada vez que la actualidad nos sacude con un ataque terrorista yihadista o con un extrañamente llamado lobo solitario, enseguida hablamos de locos aunque sea en nuestra cruzada por encontrar una explicación que justifique el horror. Es un error. Que esta gentuza esté de atar no quiere decir que estén locos. Para el escritor inglés Gilbert Chesterton, curiosamente conocido como el príncipe de las paradojas, un loco pierde todo menos la razón y estos que salen a la calle armados de machetes, cuchillos, chalecos explosivos, machetes, camiones, aviones o mochilas para sesgar cuantas más vidas humanas mejor, sean o no seguidores del ISIS , tienen todo menos un mínimo de razón. Ni la tienen dentro de la cabeza ni fuera de ella. No merecen el calificativo de loco porque esa condición podría disculparlos. Lo que hacen no tiene nada que ver con la demencia, ni crónica ni transitoria, sino con la maldad. No son locos, están muy cuerdos porque el odio les da cuerda. El terrorista que mató con un camión a 84 personas en el Paseo de los Ingleses de Niza pagó por adelantado el colegio de sus hijos antes de matar a los hijos de otros. Eso no lo hace un loco, lo hace un demonio. A lo largo de la historia la locura ha ido pareja a la genialidad: Van Gogh, Rajmáninov, Tolstoi, Nash, Newton, Nietzsche, Einstein, Mozart..., incluso Platón hablaba de la locura divina como alimento de la creatividad y la inteligencia. Devolvámosles la dignidad arrebatada a los locos y dejemos de insultarles.
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