Lucas Haurie

Los carcas y su Feria (de ellos)

La Razón
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Dicen que el viejo eje izquierda/derecha de la política se ha quebrado en Francia, allí donde fue inventado durante las turbulentas asambleas revolucionarias, y ha sido sustituido por el nuevo paradigma patriotas-globalizadores, según la terminología de Marine Le Pen, o por la dicotomía, para sus cuates de Podemos, mercados-gente. Naranjas de la China. Como siempre, desde que el hombre es hombre, el mundo se divide entre el progreso y la carcunda, sin que ni el uno ni la otra sean patrimonio de una opción política o corriente de opinión. Ha terminado la Feria de Sevilla en medio de un encendido debate sobre la conveniencia de su alargamiento, medida sin duda benéfica que el Ayuntamiento no se atrevió a tomar sin el refrendo de una consulta popular de chichinabo. Bien por el huevo y mal por el fuero, o sea, ya que en la teatral llamada a las urnas no subyace ningún prurito demócrata, sino una mera dejación de las funciones de gobernar que los ciudadanos encomiendan a los electos en los comicios de verdad. Las grandes fiestas populares del mundo se extienden sobre dos fines de semana por un exclusivo y fundamental motivo: la atracción de los forasteros... que cada vez lo son menos gracias a las maravillosas líneas aéreas de bajo coste. Llama la atención que la materia gris, más bien rancia, de una ciudad que vive sobre la sola alternativa de turismo o hambre se oponga al incremento de facturación de la única industria próspera de la comarca. El rasgo más abyecto del señoritismo es la renuencia al enriquecimiento ajeno, garantía de persistencia del statu quo social. Que no vengan guiris ni madrileños a nuestra Feria, que propician la inflación del precio de la gañanería en general y de los limpiabotas en particular. Mis gitanitos son sólo míos.