César Vidal
Los conversos a la cola
España ha sido históricamente una nación de conversos. Teniendo en cuenta fenómenos como la Reconquista o la Contrarreforma y, siquiera por deseo de sobrevivir, no debería sorprendernos. En no pocos casos además los conversos fueron en la buena dirección y no sólo en la de la mera conveniencia. Con todo, persiste una cierta desconfianza hacia ellos entre los españoles. La frase – atribuida a Unamuno y luego lanzada por alguien tan siniestro como el peneuvista Irujo sobre Dionisio Ridruejo– es buena prueba de que no terminamos de creernos al que fue franquista en la infancia y socialista en su madurez o españolista en el colegio y nacionalista catalán en el funcionariado. Quizá por eso llama tanto la atención un fenómeno como el de Ciudadanos. Su número de afiliados, en su inmensa mayoría muy recientes, apenas supera al de los presentados en las listas para las elecciones municipales y autonómicas siendo su origen converso imposible de negar. Que el partido se defina a sí mismo como de centro-izquierda –lo que además de cierto no constituye vergüenza alguna– y reciba dos tercios de los votos de los caladeros del PP obliga, sin duda, a meditar. Pero todavía lleva más a reflexionar el origen de sus conversos. Los hay del socialismo catalán y del Partido Aragonés Regionalista, de UPyD y del PP, del nacionalismo catalán que considera que Valencia es parte de los Países Catalanes y, hasta hace unas horas, de la mismísima Falange. A éstos últimos, sin embargo, se ha procedido a expulsarlos quizá porque ese tipo de conversión –la misma de Adolfo Suárez o de Rodolfo Martín Villa sin ir más lejos– le parece ya excesiva a Albert Rivera al que entrevisté ya hace años cuando era un absoluto desconocido. De esos mimbres sólo vislumbro un grupo de avezados políticos catalanes que han decidido dar el gran salto al resto de España porque en su región el terreno está más que acotado; diversos políticos de carrera, aunque no muy conocidos, que han comprendido que tienen más posibilidades de conseguir cargos con la marca Ciudadanos que con las del PP, PAR o UPyD y un nebuloso programa que recuerda a aquel interrogado por la inquisición que, dolorido y confuso, decía aquello de «dígame vuesa merced lo que desea que diga, que yo lo diré». Quizá nos llevemos una sorpresa y Ciudadanos no suscriba cordones sanitarios con el resto de la izquierda, pero yo no me haría muchas ilusiones con conversos que no están a la cola.
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