Europa

Los Frankenstein

La irrupción de la extrema derecha en el Parlamento de Andalucía situó en el mapa a un sector ideológico que estaba muy difuminado en nuestro país. El resto del trabajo se lo están haciendo los demás partidos y los medios contribuyendo a que sus propuestas monopolicen el debate político.

Sus ofertas electorales pueden escandalizar, incluso asustar, a una parte de la sociedad. La posesión de armas de fuego, el ataque a las leyes de protección contra la violencia machista o la homofobia chocan con los principios del Estado de Derecho sobre los que se ha construido nuestra sociedad desde la llegada de la Democracia, pero el rechazo no puede contribuir a su protagonismo.

Seguramente tienen adeptos. Las sociedades modernas están formadas por personas que reciben la información de manera selectiva, decidiendo con qué parte se quedan y qué parte se obvia. Solo así se puede explicar que miles de latinos votasen a Donald Trump a pesar de sus propuestas xenófobas, muro mexicano incluido.

Los dirigentes de Vox tienen claro porqué lanzan estas bombas de racimo. En boca de uno de ellos: «Todos los periódicos y partidos están hablando ahora sobre el uso de las armas. Estamos marcando la agenda con una entrevista en un medio pequeño y sin gran difusión», ese es su objetivo.

Lo que no está tan claro es si la operación es rentable para ellos, porque es posible que muchos votantes se fuguen, bien para devolver el voto a donde estaba, bien para buscar otra opción en las urnas. Lo que sí que hay que reconocerles es que no engañan sobre quiénes son ni esconden un solo milímetro sus intenciones porque, probablemente, en eso no tengan cálculo electoral alguno. Cada vez que abren la boca, se van por el desagüe las posibilidades del tripartito, ese Frankenstein Derecha que han construido, y Casado aparece como un líder débil por mucha mano de hierro que haya tenido internamente.

Aunque el papelón de verdad lo tiene Ciudadanos, que ha jurado no pactar en ningún caso con el PSOE, pero parece tan cómodo con los nuevos «John Wayne» de la política española. Muchos votos deben estar perdiendo en favor de Vox para embadurnarse de semejantes convicciones.

La política corre el riesgo de convertirse en un concurso de frikies y extravagantes o, incluso, algo peor. En Europa, los populismos y los extremismos crecen como setas cuando las ideologías moderadas que construyeron nuestra forma de vida durante la segunda mitad del siglo se perciben como agotadas.

Ese agotamiento se palpa cuando los líderes de los grandes partidos mimetizan lo que se pone de moda, sin pensar más allá. Le pasó al PSOE con Podemos en su momento y, ahora, al PP con Vox. Mientras tanto, la gente sensata se escandaliza no tanto por las provocaciones de la extrema derecha, sino porque las alternativas son Frankenstein Izquierda o Frankenstein Derecha.