César Vidal
Los huevos de Rajoy
Es conocida la historia de aquel judío que acudió a un correligionario que ejercía la psiquiatría para que le ayudara con un grave problema doméstico. «Doctor», le dijo compungido, «mi cuñado está totalmente convencido de que es una gallina». «No hay problema», le respondió el especialista, «tráigalo a mi consulta y lo curaré». «Doctor», preguntó angustiado el judío, «¿y si usted lo cura, quién pondrá los huevos en casa?». He recordado mucho esta historia en las últimas semanas viendo el cerco implacable al que se ha ido sometiendo al presidente del Gobierno. Que yo no soy un fan de Rajoy es público y notorio. También es sabido que no viene de ahora. Por añadidura, he sufrido dolorosas desilusiones como la pésima política perpetrada por Montoro –al que ingenuamente yo mismo di la bienvenida desde esta tribuna– o las carencias en otros terrenos. Con todo, a pesar de que no estoy en absoluto convencido de buena parte de las políticas impulsadas por el Gobierno y a pesar de que no creo que la crisis, tal y como va todo, acabe en España antes de una década, me parece una absoluta irresponsabilidad pretender provocar la caída de Rajoy. Me da lo mismo si detrás de la operación se encuentra un compañero suyo de partido ansioso de ser califa en lugar del califa; un sector del PP que cree que una derrota en las próximas elecciones podría allanarles el camino a La Moncloa al cabo de cuatro años cuando, en realidad, darían el poder a la izquierda por más de diez; un Rubalcaba que, con tal de no sentarse en el banquillo por el «caso Faisán» lo mismo tiende la mano al Gobierno que se la muerde; unos directores de medios de capa caída que no saben qué hacer para que los lean y escuchen más, o un sector social que sueña con reinstaurar la Inquisición y los autos de fe. En todos y cada uno de los casos, se trata de una gravísima muestra de irresponsabilidad supina en la que la ambición prima sobre el bienestar de los ciudadanos y el futuro de millones de personas. La caída de Rajoy tan sólo serviría para disparar más unas alarmas internacionales hipersensibilizadas ante el aumento de nuestra deuda –cercana ya al noventa por ciento del PIB– y el descontrol de nuestro déficit. Puede gustar o no, pero si Rajoy cae, que nadie se haga ilusiones. Es más: ¿quién va a poner los huevos en casa?
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