Francisco Nieva

Los irregulares

La Razón
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«Hay que ser falangista, pero no tanto», dijo en cierta ocasión el fundador de la Falange y co-autor del himno «Cara al Sol», Agustín de Foxá, conde de Foxá, uno de los mejores prosistas españoles, en la onda vanguardista de Valle-Inclán. Lo digo sin ambages y sin temor a que me tilden, vejatoriamente, de anarquista de derechas. Arrostro ese peligro, porque es la verdad. Faoxá es un mayúsculo escritor, que nos demuestra la gran elasticidad de la lengua, un dechado de animación y color. El tiempo lo reafirmará, el tiempo que todo lo calma en el torbellino de las pasiones. No hay mejor crítico literario y estético.

Yo digo lo mismo: Hay que ser originales, pero no tanto como los Manga.

¡Ah, los Manga! ¿Que no saben ustedes qué es el Manga? Pues visionen, revisionen o revisiten una película japonesa de animación, «El castillo ambulante». Es el delirio Manga por excelencia, y en él se comprueba la idea que de nosotros se hace el Extremo Oriente. Aquí todos nos parecemos físicamente, como nosotros encontramos a los japoneses, todos iguales. El Manga nos ve hiperactivos y litigantes, bien agresivos, en un clima muy Gran Guerra del 14. Rubios y arios, con mechas rubias por la cara, como apolíneos revoltosos. En un paisaje que tiene por centro la vieja Ópera de París, casas de armazón gótico y el cielo surcado por máquinas voladoras y belicosas, con alas metálicas, vanguardia y romanticismo mezclados. Un Occidente vesánico e imposible. Pero un Occidente idealizado, donde los Manga occidentales se complacen mucho, quisieran parecerse a ese canon, en el que no reina la imaginación, sino solo la fantasía. Hay que distinguir qué son imaginación y fantasía. La imaginación comporta un trabajo cogitativo, un cálculo que tiene muy en cuenta los imponderables obstáculos de la materia. Para los adeptos al Manga solo predomina la fantasía, sin límites ni obstáculos materiales. El príncipe tonto de la fantasía es Walt Disney. Yo encuentro que la estética Manga es muy convencional y aburrida. Fanática, sí, pero formulista. Una convención, una receta. El estilo Manga es académico, absolutista y en muchas ocasiones con un toque Disney sumamente antipático. ¡Y su música...! Una mezcla de rock y de «vals musette» sentimental y hortera.

Hay un Manga más radical y oscuro, poblado de seres híbridos, y me consta que muchos de sus seguidores llevan a la vida real esa estética, hasta sus últimas consecuencias, llegando incluso a hormonarse para tener pelo por el cuerpo, aunque sean chicas y les gusten los chicos. Los Manga extremos, para estar a la moda, quieren vivir en la fantasía más radical, en perpetua metamorfosis voluntaria, contrariando a la Naturaleza.

Vivimos en un tiempo en el que la juventud nos parece superiormente dotada para cambiar el mundo orgánicamente y como por arte de magia. Yo también me he sentido la víctima de otra vieja moda: el JUGENDSTIL. Toda mi obra es «jugend», por lo que puede parecer muy moderna. ¿Quién se acuerda ya del JUGEND? Ni siquiera del cubismo. Durante el cubismo todo era cubista, platos y soperas cubistas, sombreros y zapatos cubistas, y hasta se lamentaba que no hubiera dentaduras cubistas, mediante un implante quirúrgico. Durante el fauvismo, todo tenía que ser salvaje, trastabillado y fuera de quicio. Gigantes enanos y enanos gigantes. Lo moderno era ser arqueológico y casarse arrastrando por el pelo a la buena esposa. Un día fue muy moderno ser machista en extremo. Ahora somos todos hijos del machismo, el santo y sagrado machismo. Hoy está claro que el machismo quiere ser feminismo.

No pasará lo mismo con el Manga. Habrá quien se hormonará de perro para darse el gusto de ladrarle a la Luna. Todo lo posible se hará posible, gracias a esta juventud superdotada. La ciencia hará posibles las más extravagantes metamorfosis. Podremos ser lo que queramos, hasta una flor de mayo. Políticamente, no le temo al Manga ni a su radicalismo. Nunca hubo una política cubista ni una política impresionista. La política es imaginativa y no fantástica, requiere eso: imaginación y cálculo. Contentaos con ser una moda y no más.

Lo malo de las modas es que no son pasajeras, sino fatigosamente redundantes. ¡Basta ya de los Manga, ya hemos tenido lo suficiente!