El desafío independentista
Los mártires
Rousseau, máxima figura de la Ilustración, fue el autor de «Emilio, o de Educación», obra que revolucionó la pedagogía reivindicando la autonomía natural de los niños mientras enviaba a sus hijos, a medida que iban naciendo, al asilo de huérfanos. Tales de Mileto ya sentenció: «Toma para ti los consejos que das a otro». Francesc Ferrer i Guardia, el padre de la Escuela Moderna y de la pedagogía (a decir de la progresía hispana), se despreocupó de la suerte de sus hijos, como Rousseau. Su hija Sol fue separada de su madre apenas nació, las pequeñas Paz y Trinidad fueron mandadas a Australia y recluidas en un colegio y de su único hijo varón, Riego, se ocupó su segunda esposa, Leopoldina Bonnard. En España, la impostura en materia de pedagogía y de progresismo social está encarnada por Ferrer, cuyo relato heroico triunfó ante la resonancia internacional que motivó el proceso que acabó con su fusilamiento tras la Semana Trágica de Barcelona de 1909. Ferrer, de profesión revisor de tren, nació en el seno de una familia de pequeños propietarios rurales carlistas, casado con una ferviente católica, pero debido a los malos tratos psicológicos a la que Ferrer la sometía, intentó asesinarlo en 1894. Tras separarse de su primera esposa, e imbuido de una delirante ideología, mezcla de anarquismo y lerrouxismo, creó en 1901 la Escuela Moderna. Militante del Partido Republicano, apoyó en 1886 el golpe militar que pretendía proclamar la República, pero al fracasar se exilió a París sobreviviendo con la enseñanza de castellano hasta 1901, tiempo que aprovechó para concebir su Escuela Moderna, creada gracias a la generosa herencia de su alumna Ernestina Meunier, una católica integrista y enamorada perdidamente de Ferrer. El proyecto educativo se resumía con el grito «¡viva la dinamita¡» y su objetivo era la destrucción de la Iglesia, los políticos, las escuelas tradicionales, la prensa burguesa y todo el viejo Estado. En 1906, Mateo Morral, traductor y bibliotecario del centro educativo de Ferrer Guardia y hombre de su máxima confianza, perpetró el atentado frustrado contra Alfonso XIII. Ferrer convenció a Morral para realizar el regicidio tras una ardua manipulación sentimental. Las consecuencias fueron funestas para Ferrer: le cerraron la Escuela Moderna, estuvo meses en la cárcel y empezó a labrarse su leyenda. El 13 de octubre de 1909 sería ejecutado en la prisión del castillo de Montjuïc, su pasado pendenciero le llevó a ser acusado de haber instigado la Semana Trágica de Barcelona, cargos inciertos pues él sería un mero espectador de los hechos producidos durante la aciaga semana revolucionaria. Sin embargo, la propaganda internacional convirtió su muerte en un símbolo para las izquierdas en materia educativa. Macià años después sería el mártir del nacionalismo, posteriormente Companys del separatismo. En la Catalunya del siglo XXI el estado de derecho, la prudencia y la inteligencia debe primar para evitar que nuevos mártires personalicen el relato catalán. La verdad no necesita falsos mártires.
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