José María Marco
Los motivos de Rajoy
Entender lo que ha hecho y lo que no ha hecho Rajoy ante el desafío separatista requiere tener en cuenta algunas consideraciones. La primera es la expectativa de que el presidente de la Generalidad no iba a transgredir la Constitución. No se trata de una opinión personal de Rajoy. Se trata de su posición como presidente de Gobierno.
La respuesta llega cuando Mas ha violado la ley y, como es lógico, no puede ser más que la reafirmación de ésta. Si los nacionalistas catalanes han optado por la violencia (porque ese es el terreno en el que se han situado desde ayer), el Gobierno español tiene recursos legales para responder. Es lo que se va a poner en marcha el lunes. No hay por tanto «choque de trenes», sino descarrilamiento del trenecito catalán. También está la confianza en la Unión Europea, porque Rajoy piensa, con razón, que el gesto de Mas es un torpedo contra la Unión. Cataluña se encamina a un experimento inédito: la primera expulsión –sin posibilidad de volver– de la UE.
Los límites de la respuesta de Mariano Rajoy vienen marcados por su papel de presidente de un Gobierno de todos los españoles. Ni por un momento el resto de España ha dejado de garantizar los servicios públicos en una de las regiones, o naciones, más ruinosas de España. Sabemos que el experimento nos costará mucho más cuando, gracias a Mas, llegue a gobernar ERC. Ahí tendremos que estar, sin embargo.
Los límites puramente políticos de la respuesta, los que explican su registro tan bajo, o tan institucional, vienen de varios frentes. El primero es la inexistencia de un discurso español nacional (no nacionalista) por parte del Partido Popular. Nunca se ha elaborado un marco conceptual, histórico y sentimental español que hiciera inteligible una respuesta política a la medida de la irremediable y necesaria confrontación democrática. Así que, desde este punto de vista, no hay respuesta. Con el problema añadido de que, por eso mismo, el Partido Popular corre el riesgo de pasar a ser irrelevante en Cataluña, y dejar de ser, por tanto, un partido nacional español.
El PSOE y el PSC han ido más lejos. Durante años han aplaudido el separatismo e incluso gobernado con él. Esta falta de posibles aliados ha condicionado la respuesta del Gobierno. Finalmente, la opinión pública internacional apenas ha empezado a comprender ahora que el nacionalismo no es un movimiento de emancipación, sino una corriente antisistema, como los demás populismos europeos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar