Francisco Marhuenda
Los motores de Europa
Alemania es grande en Europa, pero pequeña para competir en la economía mundial. La canciller Merkel es muy consciente de que necesita que Europa vaya bien, porque es un mercado muy importante, en todos los sentidos, para los alemanes. No es suficiente con su zona natural de influencia, porque desde el nacimiento de la CEE se ha creado un mercado que es fundamental para sus productos. Las empresas alemanas tienen importantes inversiones en el resto de países. Otra cosa distinta es que le preocupe la falta de control presupuestaria que ha existido durante muchos años en algunos países, así como los desequilibrios estructurales que existen entre los miembros de la Unión Europea, que han vivido la que ha sido, sin lugar a dudas, la mayor crisis desde su fundación. Esto ha puesto a prueba a las instituciones y sus mecanismos de respuesta, mostrando carencias importantes que se han resuelto, aunque por el camino han quedado una fuerte destrucción de empleo y la desaparición de numerosas empresas. España ha conseguido salir de la crisis y entrar en un proceso de fuerte recuperación económica, que le devuelve a la posición de ser uno de los motores de la economía europea, gracias al gran paquete de reformas impulsado por Rajoy. En este aspecto sólo la izquierda política y mediática, así como sus economistas de cabecera, son cicateros a la hora de reconocer un éxito que sólo será completo cuando se recuperen los niveles de empleo previos a la crisis. Nunca entenderé el concepto alegre que tiene la izquierda del gasto público y la irresponsabilidad de no entender que se tiene que lograr un equilibrio entre los gastos y los ingresos. Luis López Ballesteros fue uno de los grandes ministros de Economía de nuestra historia e introdujo durante el reinado de Fernando VII conceptos modernos en la Hacienda Pública. Uno de ellos fue, precisamente, la figura del presupuesto estatal y su equilibrio. Los economistas de izquierdas y los políticos que aplauden el gasto público descontrolado deberían aprender de figuras como López Ballesteros, Santillán o Mon, por citar algunos de los grandes hacendistas, para aprender lo que el ministro Echegaray dijo en 1903 en las Cortes: «El santo temor al déficit». El Diccionario de la Real Academia definía en 1899 que la economía debía ser «la administración recta y prudente de los bienes». La historia nos tiene que servir como experiencia. España ha superado una crisis brutal porque se han hecho reformas lógicas para lograr un rápido ajuste en el apalancamiento del sector privado, se ha buscado un ajuste imprescindible en el precio de la vivienda, se ha avanzado en la dirección de unas finanzas públicas sostenible, un mercado de trabajo más flexible y dinámico, con moderación salarial y creación de empleo con bajos crecimientos del PIB, una reforma del sector financiero con la limpieza de balances, identificación de capital y saneamiento de las cajas de ahorro que estaban en crisis. El comercio exterior está mostrando su pujanza incluso en un momento de coyuntural retraimiento en algunos países europeos. Ahora falta avanzar en algunas reformas, como la del sistema eléctrico, cuyos costes son una pesada losa para las familias y las empresas, así como la de la unidad de mercado, concluir la acertada reforma de la Administración General del Estado e impulsarla en autonomías y municipios. Era imprescindible resolver los problemas macroeconómicos y estructurales de la economía española. Y se ha logrado.
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