Lucas Haurie
Los que ni siquiera buscan
El gobierno regional piafa últimamente cada vez que el INE salmodia los primeros de mes la bajada del desempleo. Orgullosos que están los tíos por haber descendido del millón de parados, eso que con ninguna pertinencia y mucha frivolidad denomina «barrera psicológica» cuando en realidad debería compungirse por las 999.999 tragedias restantes. En la misma línea se envanece el Gobierno central, que no repara en la caída de los salarios y el ensanchamiento de las desigualdades. Ocurre, sin embargo, que cada trimestre llega la EPA con su manguera para aguar el vino de la autocomplacencia. Trescientos mil desempleados le sobran en Andalucía a la Encuesta de Población Activa sobre los demandantes que computa la Consejería del ramo; lo que no significa exactamente que alguien cocine en demasía las cifras (o no sólo), sino que la cuarta parte de las personas sin trabajo ni siquiera se molesta ya en buscarlo. He ahí otra arista del drama. Comprenderán los adictos a la política pura, así, que tantísimos ciudadanos se aproximen a los debates sin otra perspectiva que la de su depauperada economía doméstica. Quienes orillan su opinión sobre la soberanía nacional troceada no lo hacen por estulticia ni desinterés: es que no llegan a fin de mes, que es como llevar unas enormes anteojeras. Si encima debe aguantar las impostadas expresiones de estupidez satisfecha de los responsables económicos del (los) gobierno (s), pensará con razón que aquí alguien se está cachondeando de alguien. Pocas cosas hay más peligrosas que un votante mosqueado, o sea.
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