Julián Cabrera
Los «simpas» del soberanismo
No es suficiente jugar con los sentimientos colectivos y explotar cualquier resquicio en pos del discurso del agravio y del victimismo; el «proceso» –si es que las urnas acompañadas de una masiva participación no lo impiden– requerirá de algo más para seguir alimentando la gran ensoñación y dar más alas a la quimera de un próspero Estado catalán independiente. Ésa sigue siendo una de las grandes prioridades del círculo más cercano de colaboradores de Artur Mas y de ahí que se hayan puesto a la nada despreciable tarea de preparar el argumentario para quien quiera creerlo para hacerse unos «simpas» frente al estado español.
Aun sabiendo como saben que Cataluña no va a ser ni hoy ni pasado mañana un Estado independiente dentro de la Unión Europea, algunos asesores de Mas no dudan un ápice en elaborar sesudos informes en los que se contemplaría dentro de esa quimera la posibilidad no sólo de que el nuevo Estado naciera sin deuda pública, sino quedándose directamente con los activos de España.
Pero continuemos repasando un cuento de la lechera que no repararía en pasar del discurso de «España nos roba» al «España nos robaba». Los 9.400 millones que se le deben a Cataluña según la Generalitat por «deslealtad estatal» darían con la exigencia de compensaciones de carácter económico por «incumplimiento de compromisos sobre inversiones», y además se estima que la jurisprudencia internacional se lo acabaría tragando doblado y sin preguntas.
Pero la gente del actual president se lo ha seguido trabajando y de ahí su convencimiento de que en ese paradisíaco escenario España tendría que asumir el pasivo o lo que es igual: asumir la deuda de grandes corporaciones públicas aunque los activos pasasen a manos del Estado naciente. Un apartado especial merecería también la deuda. Se supone que del casi billón de euros al que asciende la de todo el Estado, una parte sustancial corresponde a Cataluña. Pues bien, nada como negar la mayor, ni se asumiría esa parte de la deuda ni ya puestos el montante de déficit que actualmente arrastra la comunidad autónoma.
No se hagan ilusiones porque los «simpas» no se han acabado. Nada como echar mano de los acuerdos de convenciones internacionales como la celebrada en Viena en el año 83 e interpretarla a conveniencia para establecer, como quien no quiere la cosa, que los bienes muebles existentes en el Estado que se desgaja pasan directamente a éste, vamos, una verdadera y auténtica flota de trenes, de aviones y de autobuses y vehículos públicos y si hay que incluir –porque no– los activos militares, pues nada como establecer la equiparación con casos que nada tienen que ver como el de la disolución de la antigua Unión Soviética en un rosario de nuevos estados que se quedaban con lo ubicado en su territorio.
La conclusión es clara: a los amigos del agravio nunca les van a faltar argumentos torticeros que plasmar en informes «simpas» ni justificaciones para negar algo tan real como que Cataluña no podría sobrevivir un solo minuto fuera de la Unión Europea.
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