Alfonso Ussía
Los sobrinos
En su extraordinaria novela «La Fiesta del Chivo», Mario Vargas Llosa nos recuerda la humorística solemnidad en el tratamiento oficial que disfrutaban la mujer y la madre del dictador Leónidas Trujillo. Su mujer era la «Prestante Dama», y su madre, la «Excelsa Matrona». Nicolás Maduro, el sátrapa venezolano, se refiere a su mujer, Cilia Flores, como la «Primera Bolivariana» y otras coñas por el estilo.
En Venezuela los supermercados están vacíos, pero el «Prestante Carcelero» y la «Primera Bolivariana» siguen enviando sus buenos dólares a «Podemos» y sus sobrinos tienen un avión privado. Uno de ellos –los dos son sobrinos de la «Primera Bolivariana»– es también el ahijado del «Excelso Ladrón», porque nadie duda de que el matrimonio Maduro Flores no se mueve por la necesidad y la pobreza, precisamente.
Y tampoco los sobrinos, Efraín Antonio Campos Flores y Francisco Flores de Freites, que minutos más tarde de aterrizar con su avión privado en Puerto Príncipe fueron detenidos por llevar 800 –ochocientos– kilogramos de cocaína que pretendieron vender a un agente camuflado de la DEA. Los dos viajaban con pasaporte diplomático, que así lo hacen todos los parientes cercanos, medianos y lejanos del «Prestante Matón» y la «Esclarecida Bolivariana». Los «Eminentes Sobrinos» han sido trasladados a los Estados Unidos con el fin de aclarar a las autoridades antidroga si los 800 kilos de cocaína los transportaban para vender o para consumo personal.
Consumir 800 kilos de cocaína no está al alcance de todos, y claro, los de la DEA sospechan algo raro.
A mí, y no trato de incordiar en el asunto, lo que más me sorprende es que los sobrinos de la «Sublime Bolivariana» y de su esposo, el «Eximio Timonel», hayan conseguido la posesión de un avión privado, lujo que sólo se pueden permitir dos clases de personas. Los millonarios que han heredado o ganado legalmente su dinero, o los millonarios que lo han robado o adquirido mediante negocios inmersos en el delito. Y nada me extrañaría que ese desparpajo para llevar de un lado a otro tan considerable cantidad de droga cuente con el apoyo estructural y de movilidad de sus tíos, la «Singular Saqueadora» y el «Primoroso Camello», que destacan por su amor a la familia y sus desvelos para con los necesitados de su país que, a pesar de sus desvelos, siguen necesitadísimos.
El negocio de la droga también le ha sido atribuido al «Proceloso General» Diosdado Cabello, y mucho me temo que, cuando alguien tire de la manta de verdad en Venezuela con anterioridad a su encarcelamiento, lo de los Pujol comparado con lo de los Maduro y entorno inmediato será considerado como una mera y humilde apropiación indebida.
No obstante, todo tiene su lado bueno. Y en este caso, no es otro que el amor por la familia. La «Acrisolada Monfí» y el «Modélico Raptor» quieren a sus sobrinos, y ese detalle nos permite creer, a pesar de todo, en la sensibilidad humana. Habitualmente, por costumbre, los sátrapas bandoleros esquilman a sus víctimas en beneficio de sí mismos y de sus más allegados parientes. Pero ese afán por incluir en el reparto a los sobrinos carece de referencias históricas estimables. Claro, que si los sobrinos estaban en el ajo de los envíos sistemáticos del «Inconmensurable Bestia» a Monedero, Iglesias y compañía entra en la lógica que se situaran ante su tío para decirle. –Tío Nico, que nosotros también necesitamos pasta–.
Y el tío Nico no tuvo más narices que ceder.
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