Martín Prieto

Los socialistas son más machos

Cierto que la clase política española produce demasiada testosterona; en ocasiones hasta las más feministas militantes de cualquier partido parecen tenerlos cuadrados, rayados, de arrabio, colocados encima de la mesa. Pero la historia de nuestros socialistas revela que pocas veces fueron bucólicos pastorcillos tocando el caramillo. Pablo Iglesias no fue el abuelo amoroso de las hagiografías de texto para las juventudes partidarias, sino un hombre de armas tomar que debutó en el Congreso amenazando de muerte a Maura, jefe del Gobierno, para acabar colaborando con la dictadura de Primo de Rivera. Durante el pistolerismo republicano sus nietos compitieron en descerebramiento con los falangistas, contribuyendo todos a la asfixia de la razón. Convirtieron las casas del pueblo en arsenales y se alzaron en Asturias contra la legalidad republicana, movimiento subnormal que no se le ocurre ni a Oriol Junqueras o su abducido Artur Mas. Un oficial socialista secuestró y asesinó a Calvo Sotelo y, agotados, a partir de 1939 se tomaron 40 años de vacaciones sobre el colchón de los 100 años de honradez. Hube de vivir bajo un sistema poco garantista, varias suspensiones del Fuero de los Españoles y hasta una militarización del Metro. Sorprende que en 2010 los aterciopelados Zapatero y «Pepiño» Blanco, ante una huelga encubierta de controladores aéreos, suspendieran por primera vez en la democracia garantías constitucionales, cerraran el espacio aéreo, militarizaran las torres de los aeropuertos, dejaran en tierra a 4.500 aviones y afectaran a 650.000 pasajeros. Son los que tienen al presidente Rajoy por indolente. ¿Qué harían estos matasietes desde la insurgencia de Gamonal a la insumisión catalana, pasando por la crisis en la que ya sabemos son amantes pasivos? Los socialistas son tan machos que han sido los primeros y los únicos demócratas en meter en cal viva a ciudadanos, ser condenados por financiación ilegal y suspender derechos civiles. Demasiada testosterona.