Toni Bolaño
Los «sorpassos»
Hace unos días, el colectivo Contrastant –cercano a posiciones independentistas– afirmaba que las cifras de asistentes a la Vía Catalana celebrada el 11 de septiembre de 2013 eran falsas. Según este colectivo, en el Paseo de Gracia barcelonés no cabe un millón de personas. Lo máximo son 220.000, porque no es posible una densidad de 12 personas por metro cuadrado. Por tanto, concluyen que en la Vía Catalana se congregaron entre 600 y 700 mil personas. Nunca el millón seiscientos mil que anunció la Asamblea Nacional Catalana y el Gobierno de Cataluña.
Hoy publicamos una encuesta que seguramente confirma estas cifras. Confirma que no es oro todo lo que reluce y que repetir una mentira hasta la saciedad no la convierte en verdad. Lo cierto, a la vista de los datos, es que nadie puede arrogarse –y el nacionalismo tampoco– la representación de la mayoría social. La situación es más compleja. Lo que refleja la encuesta es la existencia de una sociedad catalana fracturada y que una cosa es querer votar –como afirman la mayoría de las encuestas publicadas– y otra muy distinta es votar por la independencia. La pregunta trampa diseñada por Mas no ayuda a clarificar la situación. Más bien la complica. Hace días Xavier Vidal Folch escribía, con su ácido verbo, un artículo titulado «Cataluña quiere votar, y con razón». El que fuera director de la edición catalana de «El País» durante años, y maestro de periodistas de todas las tendencias, calificaba de «zafio referéndum con truco que se ideó malamente el pasado diciembre» el famoso derecho a decidir. Y daba una razón de peso para poner en evidencia a la pregunta trampa afirmando que «dos preguntas encadenadas permitirían declarar la independencia con un 25% de los votantes (si la mitad son partidarios de tener un Estado, y de ellos, la mitad vota la separación), y con un 12,5% más uno, si medio censo se abstiene».
Los datos que publicamos confirman este galimatías porque la doble pregunta conlleva a múltiples interpretaciones y a una esquizofrenia generalizada. Sin embargo, algunas cosas son evidentes. La comparación con los datos de diciembre constata una reducción de 0,7 puntos en la doble respuesta afirmativa, la opción independentista más preclara. Una opción que quedaría en minoría si sumamos los contrarios a que Cataluña sea un Estado más a los que si apuestan por un Estado pero no independiente. Quizás la incógnita de la permanencia de Cataluña en Europa esté haciendo reflexionar a sectores del nacionalismo y aumentar los partidarios de una tercera vía alejada de veleidades independentistas. La supuesta mayoría social no lo es tanto. Quizás el mundo nacionalista empiece a aceptar un «sorpasso» en su imaginario.
La pregunta se demuestra en sí misma un error. Pero no el único. La estrategia del Gobierno de Mas parece diseñada por su más acérrimo enemigo. Desde 2010, CiU ha perdido la mitad de sus diputados y ha entregado el testigo del mundo nacionalista a una ERC que se limita a esperar la debacle de su socio. La demoscopia no es una ciencia exacta pero marca una tendencia. Y esta tendencia nos dice que Mas y los suyos van en caída libre. Que en estas europeas sufrirán también su «sorpasso» a favor de los republicanos. El primero. El segundo se atisba en las catalanas. No valdrá decir que «da igual quién gane porque tanto si gana CiU como si gana ERC gana el soberanismo». Este argumento palaciego tiene escaso margen de maniobra. Es infantil y esconde a un mal perdedor. El 25 de mayo todo apunta a que se volverán a repartir cartas en el tablero catalán. Y ahora, sería de esperar que no estuvieran marcadas.
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