Restringido
Los Stones, Cuba
Existe un método infalible para discernir si alguien sabe de rock and roll o es un turista accidental. Tiene que ver con la nomenclatura de sus Satánicas Majestades. Si dice los Rolling, malo. ¡Son los Stones! Conviene aclarar que la regla no divide entre listos y tontos. Ahora bien. Establece una aduana. Permite comprobar si tu interlocutor distingue entre los bellos discos de Mick Jagger y Keith Richards con el pirata de Allen Klein, el mánager que primero los encumbró y luego casi los despluma, de aquellos, legendarios e irregulares, que facturan a partir de los setenta, más country por cortesía de Gram Parsons, más blues de exiliados corsarios en la Costa Azul. ¿Los Rolling? No dudes de que malbarató su cerebro con los 40 Principales, auténtico freak show. ¿Los Stones? Ok, es muy posible que se alfabetizara siguiendo a gigantes como Jaime Gonzalo, Ignacio Julià, Diego A. Manrique y Jesús Ordovás. La ineptitud siempre tiene excusas, pero entre las obligaciones del periodista, especialista en nada, lo sé, figura la de no escribir melonadas.
Como era previsible el concierto de los Stones en Cuba ha dejado las redacciones enfangadas de Rollings. Inmemorial topicazo que en el periodismo musical equivale a pasear con chanclas. Inevitable, supongo, en una prensa que siempre reservó las plantas nobles del suplemento cultural para la mal llamada clásica. Pero acostumbrado a las trivialidades, a la repetición de lugares comunes, al permanente aquelarre de ignorancias, me preocupa que el adanismo estético con el que algunos escriben sobre los Stones pueda extenderse a sus consideraciones sobre el viaje de Obama. Que apliquen a la realidad política la misma vulgaridad con la que describen una de las aventuras creativas más electrizantes e influyentes del siglo XX. Que educados en una escritura narcotizada y un pensamiento inane llenen sus crónicas sobre la situación cubana con el pintoresquismo que usan para hablar de Ronnie Wood y Charlie Watts. Que hablen de oídas, Wikipedia y manta, y cuando despegue su avión sigan igual de adormecidos y engolados. A lo peor exagero, pero si nunca conocieron a Brian Jones y a Mick Taylor es muy posible que tampoco hayan leído a Reinaldo Arenas, Virgilio Piñera y José Lezama Lima. No digamos ya que sepan de Porno para Ricardo, el grupo de rock, bestia negra del régimen, acosado, censurado y perseguido, y cuyo líder, Gorki Águila, fue encarcelado en 2003, cumplió dos años de condena, y enchironado de nuevo en 2008. Al igual que uno se define por lo poco o mucho que sabe de los Stones, temo que acto seguido, tras teclear los Rolling, consuman el resto de la crónica entrando y saliendo de paladares. Que alaben el gracejo habanero y describan la carrocería de los bugas para desplazar al margen del folio el autoritarismo y la injusticia. Que hagan capirotes con las Damas de Blanco y traicionen la lucha de irreductibles como Águila y que, por aquello de la nostalgia, abaniquen la prosa con el póster de Korda mientras ignoran a esos 6.200 valientes que según recuerda la BBC y denuncia Human Rights Watch fueron detenidos en Cuba en 2015 para evitar reuniones y protestas políticas.
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