Lucas Haurie
Los tontos Podemos
La peripecia de Teresa Rodríguez en el Europarlamento no duró demasiado, aunque le rentase bastante para su campaña electoral de las autonómicas, según denunció la cámara de Estrasburgo. Cuando dimitió, corrió el turno en la lista podemita y le cayó la bicoca a un cuate suyo de Izquierda Anticapitalista: Miguel Urbán, de oficio desconocido (pasaba muchas horas en una librería de Lavapiés sin que la Seguridad Social ni Hacienda tengan constancia registrada) e inteligencia tan menguada como para declarar: «Hay personas en Occidente que no ven otra salida que inmolarse». Y uno puede estar más o menos de acuerdo, en el sentido de que Albert Camus ya definió el suicidio, en «El mito de Sísifo», como el único problema filosófico realmente serio... pero nada añadió el genial «pieds-noirs» sobre esa modalidad mahometana y tan cabrona de despenarse, consistente en arrastrar a unos cuantos desgraciados consigo al otro barrio. Se conoce que sus funciones en la tienda donde curraba no incluían la lectura de la mercancía, ni por obligación ni por gusto. Los compañeros de Rodríguez y Urbán en Jaén también yerran en este punto cuando cumplen con el rito salafista sólo a medias: apalean a los adversarios políticos sólo si están en estricta superioridad numérica, cuando es imposible que le inflijan no ya el martirio, sino un mero rasguño. Por desbarrar así sus cuadros, Podemos se desploma en las encuestas electorales, aunque cotiza bastante al alza en las nominaciones a «Tonto del año»: entre la abogada de Daesh que pace como concejal en Córdoba y los ineptos brazos ejecutores del «kichilato», coparían los premios sin necesidad de cruzar Despeñaperros. No es sencillo juntar a tanto lelo bajo unas mismas siglas.
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