Investidura de Donald Trump
Los trompazos de Trump
El tipo es zafio, soberbio y bravucón, pero muy listo y sabe escoger sus enemigos. Donald Trump no sacude a los periodistas por capricho o impulsado por un cabreo repentino. Lo hace porque ha llegado a la conclusión de que le resulta rentable y convencido de que ganará la guerra, como ha ganado las primeras batallas. El haber entrado en la Casa Blanca con todos los medios influyentes en contra –desde el «New York Times» al «Washington Post», pasando por cadenas como CNN, NBC, ABC o MSNBC, para acabar con Usa Today, Atlantic Magazine o el Huffington Post– le anima a mirar desde arriba y desafiante a los periodistas. Quizá sea prematuro para concluir que hemos dejado de ser determinantes, pero si algo está dejando patente el fenómeno Trump es que las reglas de juego han cambiado.
Para empezar, vivimos en un planeta inundado de noticias, en el que las fuentes –políticos, empresarios, artistas, científicos y hasta famosillos– han descubierto que pueden llegar directamente a la gente sin necesidad de utilizar como intermediario al periodista. Con la ayuda de una tecnología barata y sencilla, cualquiera puede recabar información, jerarquizarla y transmitirla de forma efectiva al público. A eso se suma que la gente lee cada día de forma más superficial, soporta peor textos que superen en extensión el tiempo que un ciudadano sano pasa sentado en el cuarto de baño y se nutre esencialmente de titulares. En resumen: El periodista no decide ya lo que es publicable y lo que no. Hemos dejado de ser los guardabarreras de la información. No se si Jeff Zucker, el presidente de CNN al que Trump llamó a la cara mentiroso, se ha enterado, pero el 45º presidente de EE UU –a diferencia de todos los precedentes– no es sólo una fuente de información. Es también un medio de comunicación y de masas. Tiene más seguidores en Twitter que «The Wall Street Journal», el diario más influyente del mundo, y usa la red social con una habilidad diabólica. Con persistencia, celeridad y sin el menor respeto por la verdad, como el más perverso de los trolls que no encontramos por estos pagos. Lo hizo durante la campaña electoral y lo va a seguir haciendo desde la Presidencia. Lo dejó claro este domingo, cuando respondió con tuits a las masivas marchas de mujeres. Es doloroso aceptarlo en una profesión tan vanidosa y pagada de sí misma como la nuestra, pero la realidad es que no hay precedentes de algo así y lo tremendo es que el del tupé color zanahoria nos va ganando. Y por goleada.
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