María José Navarro
Los Yetis
Hay una señora en Texas que asegura que el Yeti es real. La mujer en cuestión es una ex veterinaria que ahora ejerce de investigadora científica y que ha publicado sus conclusiones en una revista de la que nadie tenía noticias hasta el momento. Sus afirmaciones no han hecho más que provocar una ola en contra de su teoría, que podría simplificarse en que el Yeti fue un cruce entre un homínido y una hembra de homo-sapiens. Por la gravedad del asunto me veo en la obligación de intervenir, primero para pedir que no me confundan al Yeti con el gili-mili yanki de Big Foot, cuya única aportación ha sido la de hacer más gorda la lista de pelis de mamarrachos. En segundo lugar, habrá nuevamente que recordar que el Yeti vive en el Himalaya y que era un tipo muy majete que cambió de carácter cuando empezaron a llegar escaladores mediáticos patrocinados. En tercer lugar,me gustaría rebatir la teoría de la señora de Texas: el cruce entre un homínido y una homo-sapiens lo único que da como resultado es el Yeti de pandilla, el amigo heavy gordo que todos hemos tenido alguna vez en nuestro grupete, pero no al Yeti-Yeti. Un respeto para una criatura única, colosal, intransferible, para ese monstruo retrógrado y monumental que sólo se le aparece a los elegidos. Porque si seguimos así, admitiendo cualquier cosa, acabaremos vendiendo fotos de Bárcenas esquiando en Canadá con su dedito erecto haciéndose pasar por el abominable hombre de las nieves de Génova, con subsede en Suiza. Hombre, miedo parece que mete, tanto, que ya ni se le nombra. Digo yo que será porque, cada vez que se despierta, muere desangrando un balance fiscal.
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