Galicia

Madrid bien vale una misa

La Razón
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Una misa, un congreso, un mitin o una reaparición. O por qué no un buen cocido, unos callos y poniéndose totalmente de chulo de Lavapiés, unas gallinejas. Por cierto, Lavapiés ha pasado de ser el barrio más popular del madrileñismo, a una especie de mini ciudad del tercer mundo. Todo lo anterior viene a cuento de los actos celebrados, todos de gran importancia, el pasado fin de semana en la capital del reino. El Congreso del PP ha sido una especie de cena, con la mesa perfectamente montada y donde los invitados tenían ya marcado su lugar correspondiente. Ninguno de los asistentes tenía la menor duda que los platos servidos eran exquisitos. Lo más que se pudo oír en contra es que las nécoras traídas especialmente desde Galicia estaban algo sosas, y esto lo dijo uno que hubiese preferido que el marisco hubiese sido de su tierra. El mérito de Rajoy, al que todos hemos dado por liquidado políticamente en bastantes ocasiones, es que con ese atisbo de sonrisa algo malévola se las ha arreglado para que el PP solo tenga un cantante, él, y detrás, una gran orquesta, pero nunca un músico, por bueno que sea, le disputa el puesto a la estrella. Leía estos días algo que define bien la estrategia del presidente: «descubrió a tiempo que para ganar, sólo hay que esperar pacientemente a que los otros pierdan». Justo es decir que desde siempre tiene a su lado a una estrella invitada que demuestra que es eterno, Javier Arenas. De las fotos de la boda del Escorial, salvo ellos y algunos pocos más, el resto está en la cárcel, en pleno juicio, esperando turno para sentarse en el banquillo o en el olvido de los justos.

Hay para tanto que tendré que hacer un segundo capítulo, pero, antes del fin, quiero referirme a otra fotografía. En este caso, de la reunión de Vistalegre II. En el momento de conocerse el resultado de los votos, primer plano de Pablo Iglesias , con todo el cuerpo a punto de convertirse en caudillo. Detrás aparece Ínigo Errejón desolado, como un adolescente de mirada procaz.