Alfonso Ussía

Magas y Mas

La Razón
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Ignoro qué tiene que ver el ridículo con el sentimiento republicano. Ni la estupidez con el auténtico sentimiento republicano. Un tal Ribó, que parece ser el nuevo Alcalde de Valencia, ha recibido en el Ayuntamiento a Melchora, Gaspara y Baltasara, «Las Magas» que sustituyen a los Reyes Magos «en un acto republicano». Como si recibe a Bob Esponja «en un acto mediterráneo». Todo es consecuencia del odio acumulado y el resentimiento de los torpes. Ya lo dejó escrito un republicano que sabía lo que significaba la República y se arrepintió de haber colaborado con su implantación en España. Me refiero a don José Ortega y Gasset: «Existe en la muchedumbre un plebeyo resentimiento contra toda posible excelencia». Sucede que el objetivo del plebeyo resentimiento ya no es la excelencia, sino la simple y mera normalidad. Lo normal es fascista.

Por otra parte, el tal Ribó es el Alcalde de la ciudad de la belleza. Una belleza, en ocasiones, barroca y excesivamente adornada, pero belleza al fin y al cabo. Las tres «Magas» del acto republicano, con sus pelucas blanca, castaña y naranja son para echar a correr. No ha tenido Ribó eficaces asesores en el concepto actual de la belleza y la elegancia. Se supone, aunque fuera para un acto republicano, que las «Magas» habrían de impresionar a los niños. Pero los niños han pasado de ellas y los que nos hemos impresionado somos los mayores. Ridículo clamoroso.

Como el de Mas. ¿Qué hacemos con Mas? Resulta curioso que los antisistema hayan expulsado del sistema a quien lleva treinta años chupando del sistema. Falla la democracia cuando un ocho por ciento de los votantes decide el futuro de una comunidad autónoma, y por consiguiente, de España. Se comenta, con el racismo propio de todo nacionalismo, que los «cuperos» son en su mayoría hijos y nietos de charnegos, que así han calificado siempre los catalanes a los trabajadores de otros territorios españoles que llegaron a la rica e industrial –y antaño europea–, Cataluña a ganarse el porvenir. Se trata de una forma despectiva que hirió la sensibilidad de muchos inmigrantes desconocedores del habla y las costumbres catalanas. Se afanaron en aprender el idioma y dominar esas costumbres para ser más catalanistas que los propios catalanes, abriendo la puerta de los despropósitos. Sabino Arana aborrecía a los «maquetos» –el charnego vasco–, que se esforzaba en aprender el «eúskaro» o vascuence, y más aún a los catalanes que admitían y aprobaban la integración de los inmigrantes en Cataluña mediante el aprendizaje del idioma. En ese aspecto, Cataluña fue mucho más abierta y acogedora que el nacionalismo vasco. Y con una ventaja. El catalán era un idioma despreciado por las clases altas catalanas, pero un idioma vivo, en tanto que el vascuence no había superado los límites de sus siete dialectos, el vizcaino, el guipuzcoano, el alavés, el roncalés, el bajonavarro, el suletino y el laburtano. Esa superación se consiguió con el «batúa» que es el vascuence hoy imperante, que reúne las voces dispersas y se sostiene principalmente gracias al idioma español. Pero la pregunta es la misma en español, en catalán, en vascuence, en gallego, en valenciano, en murciano, en bable y en guanche. ¿Qué hacemos con Mas? Porque Mas, cuando escribo este artículo, hoy por hoy, está más desvencijado que las «Magas» de Ribó que para colmo es un valenciano catalanista, lo cual es totalmente aceptable. Tengo un amigo valenciano de veinte generaciones valencianas que se siente valenciano-madrileño, y vive en Valencia sin ser molestado por ello.

Ahí han quedado mal todos, y el único que ha ganado ha sido el dueño del guiñol, el que maneja los hilos, Oriol Junqueras, que es también –Junqueras–, apellido charnego, como Baños, Fernández y Gabriel, que comparten la cumbre de la CUP. Pero lo de Mas es patético, cómico, estrafalario, inaudito y si ustedes me lo permiten, pitofláutico. A este pobre hombre lo han estado engañando desde el día en el cual él se engañó a sí mismo. Esos andares, esa arrogancia, esa chulería... ¿Quién va a contratar en la empresa privada a un tipo como Mas? Mas llega a «Mercadona» y se cierran sesenta supermercados. Mas llega a «El Corte Inglés» y se vacían las plantas de sus almacenes de clientes. Mas llega a «Zara» y se dejan de fabricar las tallas más vendidas. Mas llega a «Mango», y «Mango» se convierte, no en papaya, sino en papilla. Este hombre es completamente gafe en su primer y segundo nivel, es decir, en ocasiones sotanillo y a veces manzanoide.

En fin, que entre las «Magas» de Ribó y el trompazo de Mas lo he pasado divinamente. Y de vuelta a Madrid.