Pilar Ferrer
Maleni se enroca: «Ni humillá, ni doblá»
Jueves ocho de mayo. Magdalena Álvarez está en Madrid, demuestra que su cargo como vicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones es plenamente ejecutivo y rubrica con su firma un préstamo de mil millones de euros para el Instituto de Crédito Oficial, el ICO español. Se la ve tan fresca, sonriente y firme. Horas después del acto, en un reservado no muy lejos de la sede financiera y próximo al Congreso, Maleni se reúne con un grupo de gente, entre ellos varios jueces progresistas, amigos de hace tiempo. Analizan su situación procesal y todos coinciden en que aún no debe dimitir, puesto que una imputación no equivale a una acusación. Es lo que le faltaba a esta mujer polémica, reprobada en su día como ministra, lenguaraz y chulesca. Aquel «Antes partía que doblá», que hizo historia parlamentaria, se convierte ahora en otra frase: «Ni humillá, ni doblá».
Al mismo tiempo, en los pasillos del Congreso, el ministro de Economía, Luis de Guindos, habla discretamente con Ramón Jaúregui, número dos de la lista europea del PSOE. Pese a la prudencia en las declaraciones públicas, el Gobierno y el PSOE negocian una salida para Magdalena Álvarez. El propio Guindos ha mantenido conversaciones con las autoridades del BEI y el Ejecutivo portugués, con quien España comparte el cargo y matiz que Guindos dice «hay que tener en consideración», según sus propias palabras a un grupo de periodistas. La situación es compleja, porque la ex ministra se resiste «como gato panza arriba», según todas las fuentes. «Hacerlo sería admitir su culpabilidad y no está dispuesta a esa humillación, porque aún no está formalmente acusada», dicen en su entorno más cercano.
Algunos de los juristas que asisten a esa reunión reservada, explican la situación procesal de Maleni: imputada, pero todavía sin acusación formal. Según ellos, y tras el rechazo del recurso por la Audiencia de Sevilla, la instrucción sigue en manos de la juez Mercedes Alaya, a cuyo término habrá de elevarla al Fiscal y, en su caso, ser éste quien acuse y solicite apertura de juicio oral. «Entonces sería el momento de dimitir, pero no antes», opinan estos círculos. Es la tesis que baraja la propia Maleni, cuya defensa la lleva Horacio Oliva, uno de los abogados más prestigiosos del país, experto en casos complicados y de renombre. En el bufete mantienen un silencio sepulcral, rechazan toda valoración política y se limitan a recordar el término estricto de imputación y el principio de presunción de inocencia hasta que no haya una acusación formal.
Así las cosas, Maleni sigue aferrada al cargo y pendiente de que se resuelva su nuevo recurso contra la fianza de casi treinta millones de euros que le impuso la juez Alaya. Una cantidad que ella considera «desmesurada, escandalosa, casi punitiva». Cuando la Audiencia sevillana resuelva este recurso, será cuando se proceda al embargo de sus bienes, una vez el Juzgado tenga el inventario completo. Fuentes jurídicas explican que un embargo «es como una hipoteca». Es decir, se puede seguir disfrutando de la propiedad, pero no vender o ejecutar alguna operación sobre ella. En el caso de Álvarez, las cinco casas que posee no cubrirían ni la tercera parte de la fianza, en caso de que la Audiencia la confirmara. Junto al embargo de las viviendas, la Ley marca que se haga lo mismo con la mitad de su sueldo, explican estos medios.
Precisamente hace unos días, la vicepresidenta del BEI y su marido, Juan Manuel González, cancelaron ante notario la hipoteca de trescientos mil euros que pesaba sobre su casa en Estepona. «Una buena medida, ante el inminente embargo», opinan personas conocedoras de la operación. El piso que posee en Madrid, en uno de los barrios más selectos, está libre de cargas, así como el resto de las viviendas, a excepción de la de Sevilla, que tendría otra hipoteca a punto de ser también cancelada. Es evidente que el jugoso sueldo mensual de casi treinta mil euros le permite hacerlo. «Lo está pasando mal, pero está entera y no piensa dimitir», aseguran amigos de Maleni, quienes recuerdan que ha cumplido con informar al Comité Gerente del BEI sobre sus pormenores procesales.
Apoyada por su familia y unos pocos amigos, entre ellos el ex presidente del Gobierno, Felipe González, el periodista Iñaki Gabilondo, su mujer, Lola Carretero, y el propio presidente del BEI, el alemán Werner Hoyer. Éste, no obstante, sigue con preocupación el tema, puesto que el Código de Conducta del Banco es muy estricto. Desde el Ministerio de Economía se ha hablado con Hoyer, el Gobierno luso y la cúpula del PSOE, donde no ocultan su malestar: «Es un grano en medio de la campaña europea», dicen en Ferraz, sabedores del daño que hace a la candidatura de Elena Valenciano. En público, ningún alto dirigente socialista ha puesto «la mano en el fuego» por Maleni. Tan solo Manuel Chaves, con quien fue consejera de Economía, ha salido en su defensa, sabedor de que los hechos sucedieron bajo su mandato y está en la «cacería» de la hermética e inflexible juez Alaya.
Maleni se muestra dolida por el escaso respaldo público de sus antiguos compañeros. Las declaraciones de Manuel Chaves, con el que tuvo fuertes enfrentamientos en la Junta de Andalucía y que le pidió a ZP su nombramiento en Madrid, van más a «criticar a la juez Alaya y salvarse él, que defenderla a ella». Es el mismo caso de José Antonio Griñán, que también guarda silencio. Similar al de la presidenta andaluza, Susana Díaz. «Lo último que Susana quiere es hablar de este tema, con la que nos está cayendo», dicen en el palacio sevillano de San Telmo, sede del Gobierno autonómico. En estos momentos, existe «un divorcio» entre la antigua y poderosa consejera y la cúpula del socialismo andaluz. En Ferraz niegan que Magdalena haya hablado con Rubalcaba, pero sí reconocen que «hay emisarios» para desatascar el tema. Ella se muestra totalmente reacia: «A mí, ni me humillan, ni me doblegan», insiste enrocada en su inocencia y en el cargo hasta que no exista acusación formal. En la sede del BEI, una de las más opacas de la Unión, se remiten al comunicado «informados y vigilantes» de la situación. No obstante, admiten contactos con las instituciones afectadas, aunque nadie quiere forzar un relevo. Al menos, hasta después de las elecciones europeas. Ni a Mariano Rajoy ni a Alfredo Pérez Rubalcaba les hace gracia el tema, aunque por motivos diferentes. Al presidente del Gobierno no le gusta que un cargo tan relevante, nombrado por su antecesor, Zapatero, distorsione la imagen de España. Y Rubalcaba «fuma en pipa», porque daña sus expectativas electorales y, en definitiva, su liderazgo. Por ello, todos coinciden en que lo mejor sería una salida voluntaria, a lo que Maleni y sus consejeros aúlicos se resisten. De manera que ella sigue con su vida entre Luxemburgo, Madrid y los viajes que exige su cargo. A veces, se la ve con su hija Lucía pasear por el Puente de la Gran Duquesa Carlota y almorzar en algún restaurante del barrio histórico de la que fue dos veces Capital Europea de la Cultura. Ajena al vendaval, mantiene su agenda de trabajo y sus dos asistentes personales. El Gobierno se mantiene prudente, pero admite que la situación de la ex ministra de Zapatero no beneficia las aspiraciones de España a aumentar su presencia en los puestos de responsabilidad europeos, después del 25 de mayo. De momento parece descartado, al menos hasta después de las europeas y en función del proceso judicial, el forzar un consejo extraordinario del BEI que obligue al cese de Maleni. Lo que sí ha hecho el ministro De Guindos es hablar con su homólogo portugués para que el sustituto, cuando llegue el momento, sea un español. «Oficialmente, todavía no hay candidatos», aseguran en Economía, sabedores de que la última palabra la tiene el presidente Mariano Rajoy.
Y ahí sigue Maleni, obstinada en su inocencia, tirando «palante y arremangá», dice un socialista andaluz que bien la conoce. «Ésta sigue yendo por libre», opinan en la cúpula de Ferraz. Es la eterna historia de una andaluza bien colocada, difícil de domar, descarada, juzgada y pronto embargada.
Se sabrá si también acusada y en un banquillo con juicio oral, cuando el proceso finalice en el Juzgado de Mercedes Alaya, a quien debe dedicar en la intimidad sus más preciadas perlas dialécticas. Como dijo un día en el Congreso, antes partida en dos que dando su brazo a torcer. «Ni humillá, ni doblá», desde luego, ella no piensa ponerlo fácil a nadie.
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