Rosetta Forner

Malos humos

Ante la duda, prohibición. ¿No sería más sensato primero averiguar si existen realmente los efectos nocivos y luego decidir? Asimismo, ¿cómo es que no lo averiguaron antes de ponerlos a la venta? Las autoridades sanitarias deberían haber hecho su trabajo, esto es, dichos cigarrillos deberían haber tenido una normativa tanto para su fabricación como para su venta. ¿Es más barato prohibir que analizar? Igual sí. En esta sociedad dada al «castigo» y a limitar las libertades del ser humano, no se emplea el tiempo en mejorar la calidad de vida de la gente sino en idear como limitarla. La gente que fuma lo hace porque quiere. Empero, su libertad termina donde empieza la de quienes no quieren embrutecer sus pulmones. Ahora bien, ¿por qué no prohiben las fábricas de tabaco si tan malo es? Muerto el perro, se acabó la rabia. Empero, también deberían eliminarse las fábricas que contaminan, y no lo hacen. No es la salud lo que parece preocuparles, sino delimitar bien las líneas que muestran donde empieza su poder y termina el del ciudadano, siempre sujeto a sus «mandamientos». ¿Qué tal, como medida disuasoria que, el que enferme por fumar, pague una penalización? Seguro, que ni por esas, habría quien dejaría de fumar. Se necesita madurez psicológica para decidir qué precio se quiere pagar figuradamente en la vida. La solución es que cada cual decida cómo quiere vivir: saludablemente, o contaminadamente. Los malos humos suelen empezar dentro de uno, pues hay muchos pensamientos tóxicos que nos enferman. Para compensar los estados de «ansiedad» y «desazón emocional» resultante, cada persona idea una manera de conjurarlos: comiendo, bebiendo, fumando... Hay muchas maneras de acallar el desasosiego interior. Como coach experta en PNL, conozco el poder del pensamiento y la intención positiva de actitudes y acciones: fumamos porque es una manera de «fumarnos» el miedo, la frustración, la rabia, el malestar emocional... Mejor decir adiós al tabaco, y darle la bienvenida a la libertad de vivir cuidando del cuerpo y del alma. Cuando somos felices, respiramos a pleno pulmón, y no queremos malos humos.